21.9.06

Llegó la Alergia

Hoy iba en el subte y estaba todo el vagón poblado de publicidad sobre un medicamento que combate la alergia.
Después miré mi reflejo en la ventana del subte y me descubrí toda de colorado, hasta las uñas!
Después me llegó un mensaje de texto que decía: “Felíz primavera!”.
Ahí lo comprendí todo. Por qué mi papá nunca se afeitó el bigote. Por qué vinimos al mundo. Cuál es nuestra misión en este planeta. Qué es la vida. Y descifré qué es el tiempo. En eso descubro un cartón con gomitas para el pelo en mi falda, estudié los colores, los comparé con toda mi vestimenta, y me perdí buscando un peso en mi cartera. Viajé mentalmente hasta mi mesa de luz, recordé que dejé toda la plata al lado de los aros, estornudé tres veces seguidas, deseé tener carilinas en algún lugar y empecé a sentir una inconmensurable incomodidad al no poder corroborar si todo estaba en su lugar en mi cara después de estornudar. La gente me miraba, algunos se detenían en mi naríz. Tendré algo? Me pasé la mano reiteradas veces y a partir de ahí empecé a desesperarme por un espejo y fue en lo único en que terminé pensando.
Llegué al trabajo y a muchas de las chicas les habían regalado flores. Odio las flores. Es decir, no me gusta que me regalen un ramo de flores, mucho menos si es una, y mucho mucho menos si es una rosa. Pero el día de la primavera quiero mi flor! Me corresponde! Todas tienen una menos yo, pensé. Y luego recordé el mejor regalo que me hicieron en el día de la primavera: “Como es el día del estudiante pero también el de la primavera, no puedo más que regalarte, esta flor de lapicera.” Una parker de madera, sofisticada, espectacular. Y como me encanta escribir fue un regalo tan pertinente que me dio envidia de mi misma.
Llegó la alergia. Llegó la primavera. Me quedan doce horas para conseguir la flor que me corresponde. Esa es mi misión el día de hoy.

16.9.06

Neuronas Sindicalistas

La cosa es que trabajo en un lugar donde las cosas se hacen por adelantado para estar a tiempo. Así, estamos en septiembre y yo estoy trabajando para lo que va a salir en octubre o noviembre y a veces diciembre. Diciembre, un mes que me hace pensar en tantas cosas: navidad, familia, algo de falsedad, saludos generalizados, regalos, fin de año, festejos, olvidos, y esto es poco. Pero lo cierto es que al mirar el powerpoint que me dieron en el trabajo sobre el mes de diciembre en lo que más pienso es en lo que falta para las vacaciones.
Después de muchos o pocos años de trabajar en gran variedad de rubros y puestos, este es el primero que le exige a mi mente vacaciones.
Eso me deja dos opciones: cambiar de trabajo o dejar de pensar.
Igual, en esta época del año todos solemos pensar en vacaciones.
Cuándo me las tomo para que me rindan más? Es mejor tomárselas tipo en marzo para amortizarlas a lo largo del año?
La verdad es que a mí siempre me dio lo mismo. Para mí lo importante es tomármelas no cuándo tomármelas.
Y, mientras miro los zapatos de una señora en el subte a la que nadie le dio el asiento, arrancan las preguntas: Adónde voy? Con quién? Cuánto tengo para gastar? Pago las clases de pilates igual para no perder el lugar? Playa o montaña? Y si me voy sola? Me voy los quince días al mismo lugar? Esta es 9 de Julio? ####! Me pasé y llego tarde otra vez!

14.9.06

La Memoria

Soy una persona con mucha memoria, por lo que podríamos dividir el mundo entre los que tienen memoria y los que no. Odio la gente que juega con su memoria ante el resto. "Ay, pero si vos sabés que yo no tengo memoria, soy un/a colgado/a... blablabla". Se, se, qué condición TAN conveniente.
Igual, mi condición de "memoriosa" tiene un comienzo y no es justamente el día en que nací, claro está. De hecho, es a partir de cierta edad. Cuando se trata de recuerdos de la infancia pierdo cualquier tipo de competencia, por mucho o por poco.
Es decir, creo que tengo gran capacidad de memoria a partir de los... ¿13?
Antes de eso, nada. Bueno, casi nada.
Acá van los "casi":

Me acuerdo que tuvimos un perro que fue envenenado por un/a vecino/a.

A los cuatro, más o menos, me estaba poniendo un tapado y por la manga salió una araña que trepó por mi cuello. De ahí mi aracnofobia.

Me acuerdo que nos cuidaba una chica que también limpiaba la casa y faltaba todo el tiempo porque le tenía alergia al polvo; y mi mamá se indignaba.

Me acuerdo que comía chicles bazooka, leía el horóscopo, lo rompía en diez pedazos y lo enterraba para que se cumpliera.

Una vez mi hermnao me invitó a tirarme desde el techo de mi casa cuando estaba en obra y me golpeé la boca contra las rodillas.

Me acuerdo que el sweater del colegio que me tejió mi mámá me quedaba apretadísimo y corto de mangas.

También recuerdo cuando tuve varicela y me dejaron encerrada en el cuarto mientras miraba por la ventana de mi cuarto como el resto juagaba en el jardín.

Me acuerdo de los vasos verdes de sprite que decían: "la tenés clara".

Y me acuerdo que todos me decían que vivía en la "luna de valencia" todo el tiempo porque me olvidaba todo el tiempo de todo y mi mamá me hizo millones de estudios, convencida de que tenía (o faltaba) algo en mi cerebro. Nunca hallaron pruebas.

6.9.06

La Felicidad

Esos pequeños momentos colmados de alegría, por más insignificante y superficial que sean, son la felicidad.
Por lo tanto, hace dos minutos estuve felíz. Entré al homebanking de mi cuenta bancaria, pagué las facturas por vencer y le hice una visita al último resumen de mi tarjeta de crédito: qué felicidad, por favor! Tengo al menos 5 planes de cuotas que terminan este mes! Nunca fui muy fanática a las tarjetas de crédito, por eso tampoco tengo tanta experiencia en el tema. Pero leí cuota 06/06, cuota 04/04, cuota 02/02, cuota 03/03 fue realmente mágico, mágico y nuevo. Eso quiere decir que cerré pequeños ciclos en mi vida. Hay algo más placentero que eso? Sí, por supuesto que sí, pero este es nuevo. Nuevo, insignificante y superficial. Pero nuevo al fin.

29.8.06

La Desdicha

La desdicha de llegar tarde al cine y sentarme con la película empezada.
La desdicha de morirme de dolor de muela y me den turno para el mes que viene.
La desdicha de morir joven.
La desdicha de conocer a alguien a destiempo.
El destiempo es una variante del tiempo más molesta aún que el propio pasar de los segundos.
Mientras yo salía del chat, esa persona justo estaba entrando. Cuántas veces pasaron ese tipo de cosas y siguen pasando?
Estuvimos en el mismo lugar, a la misma hora, hablamos casi con la misma gente pero nunca nos cruzamos. Esa persona con la que estás esperando cruzarte, está justo al lado tuyo pero eso que tanto deseás jamás va a ocurrir. Porque la casualidad tiene la característica de ser inesperada. Aprendámoslo de una buena vez.
Pero no. Uno sigue mirando esa esquina, a la misma hora. Sigo tomando el subte, religiosamente, a la hora exacta en que me crucé aquella vez, y nada.
Dejemos de buscar que sucedan cosas que no dependen de nosotros o hagamos que sucedan y dejemos de buscar.
Entregarle al destino con moñito de regalo nuestra suerte es comodidad. Comodidad de no enfrentarse a los hechos o de dejar que el resto haga lo que nosotros estamos esperando.
¨Si tiene que ser, va a ser¨. No querido o querida. Va a ser si vos querés que sea. ¿Y cuándo no depende de uno? Y, cuando no depende de uno es cuando se hace presente el detestable destiempo. Es el amor de tu vida, le admirás, le querés, todo lo que nunca te pasó con nadie pero tiene anillo y dos hijos. El trabajo que estabas esperando en la empresa que querías pero acabás de quedar embarazada. Cuando se conocieron él quería estar sólo y ella de novia. Cuando se separaron él quería estar en pareja y ella viajar por el mundo.
Conocer gente a destiempo deja un sabor amargo. Ajustemos las agujas, cronometremos los relojes y dejemonos de vivir pensando en lo que podría haber sido, porque eso es vivir a destiempo. Comámonos un caramelo y a otra cosa.

23.8.06

Los Tiempos Muertos de la Vida

El semáforo
Las paradas en otros pisos del ascensor
Las demoras en los subtes
Las caídas de sistemas
Los llamados que dan ocupado
Los títulos de las películas
El peaje
Los embotellamientos
Las colas
La carga completa de una página web
La espera de la copia de un cd o dvd
Esperar que se seque el esmalte de uñas
Los números equivocados
Un mail que vuelve undelivered
La recarga del flash en la máquina de fotos
Reiterados intentos con el encendedor
Reabrir el freezer al toque que lo cerraste
La espera en la máquina de café
La búsqueda del código de un producto
El reconociemiento laser de un código de barras
La cajera nueva
Prender un fósforo y que se apague al toque
Que el colectivero se pase de la parada
Qué más? Qué mas?

8.8.06

Cuerpo en Mente

Si escribir tonificara los músculos yo sería fisicoculturista sin proponérmelo.
Lo cierto es que no es así. De hecho, escribir, tal vez, agiliza neuronas pero el cuerpo está basicamente inmóvil, cosa que me perjudicaría bastante si no me gustara bailar por ejemplo, o caminar que es otro de mis hobbies. Pero por alguna razón, detesto ir al gimnasio. Así que salgo a caminar musicalizando el paisaje a mi gusto. Lo cómico es que muchas veces contrasta tanto que me dan ganas de hacer un cortometraje.
Quizás suene algo irónica, pero este es mi blog, no voy a justificarme. Siempre, mientras camino con los auriculares rebosando de sonido, voy cantando mentalmente lo que escucho. Incluso a veces vocalizo y otras, cuando quiero verbalizar, me meto en calles menos transitadas para poder explayarme. La cuestión es que a veces verbalizo lo que escucho, es decir, canto. Y canto en inglés, no es un inglés perfecto pero me alcanza para disfrutar a mi gusto. Y de repente, estoy tarareando ¨don´t wanna be an american idiot¨ y se presenta ante mis ojos un chico vendiendo flores o pidiendo monedas. Y en ese momento pienso: “qué contraste tan grande. Yo acá, caminando con mi Ipod escuchando y cantando música en inglés; un idioma que tal vez nunca tenga posibilidades de comprender este chico”. Y me da culpa loco. Me da culpa saber que, por la música, no escucho lo que me pide y, la verdad, no necesito escucharlo. Me da culpa no darle nada. Así que a veces me paro y le pregunto si quiere algo del kiosco, y me contesta: “No, plata dame”. Y justo en ese momento empieza a sonar un tango interpretado por Adriana Varela, lo que provoca que siga caminando, sin darle plata y sin culpa, mientras pienso: "por eso no voy al gimnasio. No me gusta ni la rutina, ni que me digan lo que tengo que hacer".

3.8.06

El Pochoclo: un testigo

Cuando voy al cine me encanta descubrir y recordar detalles de las películas que otros ni se fijan: nombres de calles o dirección de donde viven los protagonistas, cosas que decoran su casa, inscripciones en las paredes.
Me gusta entrar al cine con cosas escondidas en mi cartera que no están permitidas comer.
Detesto perderme los trailers y comerciales previos.
Me gusta que la gente pida silencio o grite para que apaguen las luces.
Si metí muchos pochoclos en mi boca y cuando estoy a punto de morderlos se hace un silencio en la película, espero con la boca inmóvil una parte en la que haya más ruido.

Odio meterme muchos pochoclos bien acaramelados en la boca y encontrarme con los pedacitos duros que nunca se cocinaron.
Odio la gente que llega tarde, pide permiso, pasa por adelante y se sienta al lado mío.
Me gusta escuchar los comentarios que se hacen entre ellos los que están a mi lado.
Me gusta reírme en momentos inoportunos.
Me fascina reírme antes de que el resto lo haga.
Me encanta ir al cine cuando no hay nadie y la sala es casi toda mía.

Las películas francesas las voy a ver un día que se que no va a haber casi nadie y me siento lejos de cualquier persona. Son peliculas muy silenciosas y se escucha hasta cuando saborean un caramelo.
Me encanta poner los pies en el asiento de adelante aunque haya gente.
Odio que pase uno del cine y me haga gestito de ¨sentate bien¨, ¨bajá los pies¨, o símiles.
Me gusta ir al cine a ver películas pochocleras con personas que tengo códigos y hacer comentarios cómplices por lo bajo.
Si la película no me atrapó, le hago comentarios a mi compañía durante la película.

Me indigna que pongan los subtítulos en blanco.
Odio que ni bien salgo del cine me pregunten si me gustó.
Nunca aplaudo al final de películas, ni el director ni los actores ni los guionostas me están escuchando.

Siempre que leo frases grandilocuentes trato de acordarmelas, pero no lo logro. Aunque aquí van las que me acuerdo: "Seven days..."

25.7.06

Ser Vicio

Sí, sí. Ya sé. El jueguito de palabras. Pero lo cierto es que viene al caso. El juego de palabras está a la orden del día, al igual que otra gran lista de cosas que la globalización ha decidido regalarnos.
Ahora todo está a mano. Las colas en el banco están en la palma de mi mano, casi no llegué a conocerlas. Para cuando me tocó empezar a pagar mis propias cuentas ya existía el pago fácil o rapipago, ¿y ahora? Y, ahora, pagomiscuentas.com.
De chica me tocaba ir a hacer las compras, incluso una tarea mucho más tediosa: enfrentarme a Mari, la almacenera de la vuelta de casa, y decirle que me cambie la manteca. Como odiaba ir a cambiar cosas al almacén, me daba mucha vergüenza y todavía no sé bien por qué. ¿Y ahora? Y, ahora compro todo por internet: las entradas del cine, del teatro, de recitales, los fideos, el papel higiénico, libros, películas, música, la pasta de dientes, incluso la propia internet la contrato por internet.
Lo que no cambio por nada del mundo es ir de shopping. Ahí no cedo. ¿Para qué quiero comprarme unos zapatos por internet, o una remera o un pantalón? ¿Sin probarme? ¿Sin poder preguntar cuánto sale? ¿Sin mirarme siete veces de todos los perfiles posibles? Sin volver a preguntar ¨cuánto me dijiste que sale?¨ ¿Sin volver cargada de bolsas y sentirme culpable porque no le compre nada a nadie más que a mí? No, definitivamente no.
Pero le digo sí al delivery. Ahora hay delivery de todo: de bebidas alcohólicas, de pañales, de toallitas femeninas, de medialunas para el mate, ¡de cigarrillos! Igual, como me da cosa hacerlo venir por dos pesos, también le pido una coca, unas papas fritas, dos chocolates y que sean dos paquetes de puchos mejor.
Es increíble, cada vez me quedo más en casa. Es decir, salgo menos ¡pero gasto mucho más!

24.7.06

Basta de "tema: la vaca"

Todos me dicen que mis textos son largos y pienso: "ok, todo el mundo no puede estar equivocado. O si?". Y me respondo: "Sí, claro que sí. O acaso ¿el mundo no está lleno de gente que piensa distinto a otra y defiende su filosofía, argumentos, religión o lo que sea con el pleno convecimiento de que el resto está equivocado? Por ejemplo Bush, Chávez, el "Che", Fidel o el almacenero que todavía cree que le puede ganar a los hipermercados."
Creo que es más arriesgado escribir largo. Pero supongamos que sí, que estoy equivocada. Aquí va un texto corto.

¿Cuál sería el primer tema de la primera redacción de una vaca?
Y… lo cierto es que depende de dónde sea la vaca. Si es de la India, por ejmeplo, escribiría sobre la intriga que tiene de por qué sus familiares argentinas ya no responden sus cartas. Si fuera una vaca suiza creo que escribiría una eterna conjugación de puteadas a quienes la pintaron de lila. Si fuera una argentina empezaría a escribir sobre lo lindo que es comer bien y no hacer nada en todo el día pero no llegaría a terminar su narración.

Y llegué a una conclusión: esas son las que le contestan las cartas a las de la India y le dicen: "A ver cuando dejás de hacerte la sagrada y nos venís a visitar. No te va a pasar nada que no quieras."

16.7.06

Digan Whisky!

Conozco un montón de gente que siempre sale bien en las fotos. Siempre, aunque lo agarren distraído o mordiendo una hamburguesa gigante, salen bien.
Yo salgo mal en todas las fotos.
De chica nunca le daba importancia. Pero empecé a crecer. La adolescencia. Las nenas con las nenas, los nenes con los nenes. Y la imagen del espejo de repente se transformó en la protagonista de mi vida. Las fotos empezaron a importarme de manera relevante, al punto de no querer salir en ellas. Yo era siempre la que sacaba. "Ponganse, ponganse que yo les saco". Había tomado la decisión de salir en la menor cantidad de fotos posibles, sólo en casos ultra necesarios.
Después me empezó a indignar que la gente no se acordara que yo estaba ese día, que yo les saqué la foto. Entonces, llegué a un acuerdo con mi imagen del espejo. Yo salgo más en las fotos si ella me ayuda a encontrar un gesto, una cara con la que salir bien y así emularlo a cada flash.
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Y la verdad es que sirvió, de cada diez fotos, una es digna. Algo es algo. Además, con el tema de las cámaras digitales sacan ochenta mil fotos en una sola noche y mi "gesto foto" se hizo más que redituable. Y ahora cada vez que viene el flash el gesto se hace presente sin pensarlo. Pero se me presentó una situación particular. El tema de las auto fotos. ¡Chan! ¡Es imposible salir bien en esas fotos! Mi amigo saca la foto, la miramos y me encanta. ¡Por fín salí bien! Y él dice: "mmm. No, qué desastre, la borro ya!". ¿No es eso injusto? La borra sin preguntar y yo también estoy en la foto y tal vez no quiero que la borre. Pero los dueños de las cámaras no te preguntan. ¿Por qué? Porque, claro, a uno no le interesan las fotos de los demás. "Este es mi papá, este es mi tío Juan. Uh, mirá, acá está mi abuela de joven!" ¡Qué me importa! Si no estoy en las fotos, no me interesa verlas. Y me quedo largos minutos en una que estoy de fondo, sirviendo un vaso de agua. Y me miro, y me critico mentalmente, y me vuelvo a frustar.
Por eso, lo mejor es quedar en la mente de las personas no en las fotos.

14.7.06

No tenés ni Idea

Eso de que cuando un amigo se va queda un espacio vacío, mmmm... yo no sé. Realmente no creo que quede un espacio vacío. Pienso que ningún amigo "se va". Los amigos nunca se van. Los amigos están ahí, resguardados en un lugar en el que ni el propio Tsunami puede hacer de las suyas.
De cualquier manera, siempre que un amigo se está yendo, sea a vivir a un país lejano y costoso o al otro mundo, siempre es para bien. Pero el sentimiento del que se queda, sufre un problema de identidad, un conflicto de personalidad. "¿Qué clase de sentimiento soy?". "¿Está bien si soy tristeza y hago llorar?". "¿O debería gritar de alegría y festejar?". Porque está buenísimo que esta persona que adoro tanto viaje, tenga experiencias nuevas, conozca lugares, se enfrente a desafíos impensados, eso está buenísimo y es desmesuradamente positivo. Pero el sentimiento egoísta se apodera de nosotros en un momento.
Cuando me enteré de esta novedad de que mi amigo se iba me sentí tan pero tan bien, como orgullosa y también sentí mucha admiración. Admiración de que una persona pueda ser tan talentosa y tan buena gente a la vez. Es como que tiene todo. Es como que lo miro y pienso "¿podré ser como él alguna vez?".
Pero el reloj hizo lo suyo y ya queda tan poco. Y, si bien esa admiración sigue estando más latente que nunca, ahora tiene una batalla que pelear. La alegría versus la tristeza. Ahí estoy yo en este momento, aunque lo cierto es que la alegría agoniza en el ring debajo de la tristeza que empezó con sus dedos en alto a contar hasta diez.
Igual, amigo, quiero decirte esto: no importa que te vas. Importa que nos encontramos. Importa que nos abrimos. Importa que "sos" y que "soy" pero, sobre todo, importa que "somos". Y eso que somos, lo somos acá y en Japón.
Hiro querido, yo sé que te vas. Pero vos sabé que para mí no te vas porque para mí no estás, para mí sos. No tenés ni idea de lo que te adoro, pendejo. Pero quizás esto te ayude a entenderlo: cuando sea grande quiero ser como vos.

12.7.06

El Gusto del Caramelo

Está la gente buena y la gente mala. La linda y la fea. La paciente y la impaciente. Y la gente que le gusta lo dulce y la que le gusta lo salado.
Pero hay un tipo de gente que está en el medio. Sí, es la gente que a veces es buena y a veces mala o la gente que le gusta lo salado pero se mata con lo dulce, pero no cualquier dulce. No le gusta el flan con dulce de leche. No. Ni las frutillas con crema ni el tiramisú. Le gustan las pavaditas, los caramelos, los chicles, las pastillas. Gente que llega a pedir diez pesos de pico dulce, cinco de palitos de la selva y cinco de chicles. Y se vuelve feliz con su bolsa repleta de variedades para consumir en las horas aburridas de trabajo. Lo bueno es la gente que rodea a estos fans de las golosinas y yo soy una de ellas. Tengo una compañera de trabajo fanática de llenar la bolsa con cositas. Y se acerca a mi escritorio con su mejor cara de nena de cinco años y me dice: ¨Querés? Dale elegite algo.¨ Lo mejor de todo es que ella es feliz regalándonos y nosotros felices recibiendo. Lo terrible son los días que falta aunque por suerte no falta nunca. Pero cuando falta uno se da cuenta, porque es gente que cumple otra función aparte de la laboral. Es como cuando falta el que ceba mate, el día no es el mismo. Son personas que hacen de nuestra jornada laboral una cultura diaria, un folklore distinto al de otros ambientes laborales. Sí, por supuesto, también está el pesado, el desubicado, el de los chistes malos, el ortiba, el aguafiestas, el callado, el que siempre está de buen humor. Podríamos decir que el ambiente de trabajo es un reflejo, una pequeña porción, una muestra representativa de la sociedad misma. Donde todos cumplimos una función solidaria, un rol a beneficencia porque nadie nos paga por eso. Cebo mate porque quiero, porque me gusta y lo bueno es que nadie me va decir cuándo, cómo y a qué hora debo hacerlo por eso lo hago. Porque a todos nos hace falta un cable a tierra, alguien que nos guíe, que nos diga qué hacer y que no. Pero también necesitamos libertad de acción. Por eso me gusta ver a la gente en el kiosco eligiendo con qué va a complacerse, porque el kiosco está para eso, para darse gustos.

5.7.06

Los Borrachos Saben

La causa siempre provoca un efecto. Todos sabemos eso. Pero lo que siempre nos toma por sorpresa es un efecto sin causa.
No hablemos de si las casualidades existen o no, creo que eso queda en cada uno. Hablemos de las cosas que pasan, de los hechos.
Doblaste la esquina y ahí estaba. Apareció de la nada. No se suponía que estuviera ahí, de hecho, que lo esté lo hace parecer totalmente fuera de contexto, como puesto forzadamente, pero ahí está. Esa persona que no debía aparecer. Esa canción que ya nadie canta ni conoce. Esa calle que ya nadie camina. Y me pregunto ¨¿cómo puede ser?¨. Algo que hace mucho no veía, un objeto, una persona, una fragancia, lo que sea se presenta sin aviso, sin indicios y me enfrenta a algo que no esperaba ni por asomo. En ese momento empiezo a vivenciar la lucha, el combate más digno de disfrutar: el azar contra su mayor rival, el destino.

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No suelo creer que las cosas ya estaban escritas, prefiero creer que escribo cada vez que doy un paso. Pero cada tanto me sorprendo meditando sobre lo increíble de ciertas coincidencias tan claras. Y siempre creí que esas eran cosas de mujeres. ¿O no son ellas las que van a brujas, videntes, leen los horóscopos y se tiran las cartas? Pues déjenme decir que no. Muchas personas de género masculino me han sorprendido con comentarios cómo: la conocí ayer y la clave de su celular es mi fecha de nacimiento; tiene la misma entrada de teatro del mismo día que fui yo y nuestros números de asiento son contiguos; vivimos en la misma cuadra durante toda la secundaria sin conocernos y me la vengo a cruzar en un Hostel en Barcelona. La gente se asombra con estas cosas y cuando digo gente me incluyo.
Por supuesto que siempre existen los que no pueden evitar llevarlo a una lógica matemática estadítica y escéptica que le da significado a todos estos tipos de encuentros o apariciones diciendo ¨bueno, poca o mucha, alta o baja la probabilidad existe¨, dentro de las que me incluyo también.
Pero en el momento algunas cosas te superan. Voy a la casa de un amigo de una amiga, que no conozco, que jamás vi, que ni sabía que existía hasta ese día, y tiene en su cuarto una zapatilla que encontró en un recital hace seis años y resulta que es la que yo perdí. Esas cosas son raras. Pero sí, sí, las probabilidades de que eso suceda siempre existen. Es la eterna discusión.
Aún así, hasta a los más lógicos, aunque sea por un ratito, nos gusta entregarnos al mercado de la casualidad que no deja producir nunca, para que todavía sigan existiendo cosas, personas, situaciones que tengan ese poder, el más grande de todos, el del efecto sorpresa. Me sumo a la idea de aquel borracho que al pedirle otro trago al cantinero escucha la pregunta “¿tinto o blanco?” y contesta “sorprendeme”.

4.7.06

Pobre Domingo

Lo dejaron fuera de los días hábiles. Lo dejaron dentro del fin de semana. Es el primer día de la semana según los calendarios. Incluso hasta lo ponen en otro color y no se sabe si lo están distinguiendo, discriminando, o las dos cosas.
"Parece domingo", dice la gente cuando el día está nublado, lluvioso o soleadamente tranquilo. Un día pasivo. Eso es lo que es el domingo. Un día para estar echado en un sillón mirando tele, para dormirlo todo o para compartir en familia creen otros. "Uy, me tocó el dominguero adelante", se quejan los conductores cuando un vehículo avanza distraída y lentamente por las calles.
De cualquier modo, en el inconsciente colectivo el día domingo es "lo menos". Exceptuando a la gente que los trabaja y detesta los jueves porque su día franco es un miércoles, el resto, al menos de este lado del mundo, odia los domingos.
Pensar en él es no querer pensar, es saber que al día siguiente hay que ir a trabajar, hay que enfrentar la rutina de una semana aburridamente monótona o tediosamente acelerada.
¿Existe una guerra entre los días de la semana?

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Por ejemplo, el domingo odia al lunes porque en realidad la culpa la tiene el lunes. Digamoslo, el lunes es el día odioso, el domingo lo antecede y carga sobre sus espaldas, silencioso y tal vez vengativo, una lista de responsabilidades que corresponden al lunes. ¿Estará planeando alguna venganza? Quizás la venganza se la cobra regocijándose de placer al pensar que viene un fin de semana largo que transformará al lunes en un domingo porque al día siguiente hay que ir a trabajar. Pero es una venganza sin destino porque lo cierto es que el lunes está muy contento de no ser el primer día hábil y disfruta muchísimo de estar panza arriba. Vendría a ser como que el lunes sabe vivir el presente de un día sin tareas laborales que el domingo no sabe aprovechar. ¿No sabe o la gente no lo deja aprovechar? ¿No lo dejan? Yo diría que más bien abusan de él. El lunes se empiezan las dietas y el gimnasio, por eso el domingo se come todo lo que se puede.
El martes, segundón, pasa sin pena si gloria. No es ni el principio, ni el medio ni el fin de la semana. El martes es un tipo resignado a pasar desapercibido y se siente importante con los fines de semana largos. Sí, es el primer día laboral y lo odian pero al menos genera algún tipo de sentimiento.
El miércoles, por alguna extraña razón, se siente importante. Es un tipo con la autoestima alta y con fundamentos. Ser el medio exacto, la mitad de una semana laboral lo hace sentir grande, divisor, determinante y se ríe del martes burlonamente porque, sí, secunda, pero secunda a un jueves, no cualquiera. Es el día más barato en el cine y, además, la gente lo utiliza para suplir otras cosas, como por ejemplo: "tuve un día de miércoles". Cumple otras funciones, no muy positivas pero tampoco tan malas. Suplir a una puteada en el léxico de hoy en día, donde la gente no encuentra palabras y dice "y nada… y eso", es todo un logro. El miércoles es un tipo con la frente alta, conforme consigo mismo y sin paranoias, que le abre paso a un jueves conflictuado.
El jueves es una persona indecisa que no sabe si alquilarse una película, juntarse con amigos, ver a la novia o salir "de trampa". Además, la gente que ya tiene sus planes armados para el fin de semana te manda a un jueves, cosa que no intervengas en sus programas de viernes o sábado, mucho más divertidos que vos. Pero, se siente parte del fin de semana también. "Pará, soy un día hábil, no soy un viernes, pero tampoco soy un martes", se dice practicando caras frente al espejo. Y, legalmente, es el medio de la semana, el día de los grandes estrenos cinematográficos. Es decir, es un tipo con complejo de miércoles y aires de viernes.
Y aquí llegamos a la parejita inseparable: viernes y sábado. Qué lo único que hacen es festejar a más no poder y antes de dormirse piensan ¨pobre domingo¨.

28.6.06

El Codificado

Ayer tuve la revelación más obvia en lo que voy de vida. Sabemos de la teoría que dice que las mujeres buscan, inconscientemente, a un hombre parecido a su padre. Sabemos que los hombres buscan una mujer que los tenga "cortitos", les haga la comida, los cuide cuando están enfermos y les ordene la vida, en resumen, una madre. Hasta ahí vamos bien (¿vamos bien?). Pero hay algo, un detalle que declara la existencia de un canal codificado que sólo unos pocos pueden ver: los hombres quieren una mujer que se parezca a su madre y, con ella, poder tener sexo todos los días. En resumen, los hombres quieren tener sexo con la madre y el padre no los deja, de ahí que los hombres se llevan mejor con la madre que con el padre. Ya lo dijo Freud: habría que dejar de tratarlos como un "depravado" o reconocernos como tales. Ok, lo reconozco, escribí algo rápido para no perder la poca constancia que logré tener en el blog.

23.6.06

Te Cambia la Vida

De manera novedosa y sistemática, ahora, todo te cambia la vida. Lavarte el pelo con tal shampoo te cambia la vida. Comer tal yogour te agiliza el tránsito lento y te cambia la vida. Este jabón te cambia toda la piel y adiviná qué: te cambia la vida!!! Las galletitas no se cuanto te arreglan el día y no sé qué analgésico te alarga la vida. Pero, ¿quién dijo que yo quiero cambiar mi vida? ¿Quién dijo que quiero alargarla?! Basta por favor de pensar y desear por mí! Ah, ¿no querés? ¿Tenés el pelo castaño y te encanta tenerlo castaño? Bueno, acá tenés un shampoo que te lo deja más castaño, "para un castaño más castaño!". Pero ¡si yo estoy contenta con mi castaño! Y no estoy orgullosa de mi piel pero tampoco por eso voy a cambiar toda mi vida!

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Me irrita el fanatismo que hay por inducirnos a ser otras personas todo el tiempo. Qué pestañas más largas que tus pestañas, que labios más suaves que tus labios, que se puede ir más al baño de lo que vas. Ya sé que el mundo está repleto de gente mucho mejor que yo, pero ¿tienen que recordármelo todo el tiempo? Además, ya no podés sentarte a mirar televisión con alguien al lado porque viene el corte comercial y te deprimís, y no sólo eso, también te inhibís. Decime si viendo la tanda de comerciales aparece el comercial de esa pasta de dientes que habla del mal aliento, de los dientes más blanco y vos ¿no hacés un repaso mental de cómo está tu sonrisa y `por las dudas no me río más a ver si todavía me quedo mirando la película sola? Es desesperante. Yo casi ya ni miro tele porque, además, el problema es que quiero todo. Quiero el shampoo que haga magia en mi cabello, quiero la crema anti-age que previene arrugas y líneas de expresión, el cepillo de dientes con cerdas recubiertas y super flexible, el jabón con un cuarto de crema humectante y obvio que quiero un desodorante que no manche mi ropa. Y pasa eso. Vas al supermercado y recorriendo las góndolas encontrás ese jabón con crema humectante, y otro que te deja la piel visiblemente más firme, y me llevo el de acción exfoliante y revitalizadora, ¿y el de aroma terapia? Y bueno, mirá si de verdad me cura el stress. En fin, me voy a la caja antes de que encuentre uno que lave, seque y planche. Después llega fin de mes y este es el saldo: cero pesos, siete tipos de jabones, la pasta de dientes anticaries y la blanqueadora, sahumerios traídos de la India, velas aromatizantes elaboradas por Osho y una torta de chocolate, crema, merengue y dulce de leche bajas calorías. Sí, definitivamente, estos productos te cambian la vida.

22.6.06

Un Tema Cliché

¿De qué manera se define que algo es cliché? ¿Cuándo ya se usó mucho? Entonces, los “si” y los “no”, o los “hola” y los “chau”, ¿son cliché?
Qué tema eh.
Con este fanatismo moderno de categorizar todo, de armar un catálogo de cajoncitos con etiqueta que determinan a qué perfil responde cierta cosa, es que me surge esta idea de hablar de los chistes y sus variantes. Cómo llegué a unirlos, no sé, pero aquí va.
Está el chiste fácil, el chiste inteligente, el malo, el que de tan malo es bueno, el ocurrente y hay un tipo de chiste que puede ser cualquiera de todos estos pero que, sea cual fuere, siempre da risa: el chiste situacional. Ese que termina por depender, como un aro de una oreja agujereada, del contexto. Ese que después uno lo cuenta y se siente ridículo, nadie se ríe, todos se miran y te miran esperando que continúes cuando en realidad ya terminó. Son esa clase de chistes que son perfectos para el momento. Y uno no aprende. Te sigue pasando que querés contar algo que alguien dijo en determinada situación, algo excesivamente gracioso al punto de descubrirte en una carcajada papelonezca y exagerada, y te mandás. Hacés la mímica de la situación, contás quiénes estaban, la ubicación de cada uno de los presentes, todo, rapidito para no aburrir y la cerrás casi tentado pensando `ya viene, ya viene, ya se ríen¨, y nada. El gesto de “y?” sigue congelado en los oyentes. O peor aún, se ríen con un falso “ja ja” cerrando con la frase “qué personaje sos”.
Otro tipo de chiste situacional es el fácil pero bien usado, en el momento y lugar indicado, ese que no corta momentos ni crea climas sino que invade y antes de que te des cuenta se fue. Cortito, al pie y que siga el baile.




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Después hay un fenómeno interesante que es el chiste malo que de tan malo es bueno. Es malísimo pero la gente no puede creer lo tonto que es y se ríe del chiste, de vos y de sí mismos al descubrirse riendo de semejante estupidez. Ese está de moda. Ahora dicen “mientras más tonto más inteligente es”. ¿Será así con las personas también? “Es tan pero tan estúpido que es inteligentísimo”. “Es tan pero tan feo que es lindo”. O al revés, “es tan pero tan rico que es vomitivo”.
Hay como cierta necesidad de encontrarle nuevas categorías a las cosas. Como si las que existen no alcanzaran, no fueran suficientes. Ahora no es un “loquito”, es otra cosa, es un “freak”. Ahora no es un “vago” es un “colgado”. Por supuesto, todo sigue dependiendo del contexto en el que uno se mueva; no creo que se puedan escuchar este tipo de términos en una abuela o un convento: -“Che, esa monja nueva es medio freak, no?”. – “No, lo que pasa que es una colgada”.
De esta manera, queda demostrado que todo termina por depender del contexto, es decir, lo realmente bueno, gracioso, ocurrente, divertido es la excelente pareja que hacen el cómo y el dónde. Es como saber con qué velocidad y en qué momento iniciar un aplauso multitudinario.
Esto para los que gustan de los chistes malos y fáciles. No cambien de chiste, cambien de oyentes. Yo, por eso, cada dos años cambio de trabajo.



El torno y yo

Personalmente, detesto ir al médico.
No me gustan los consultorios, no me gusta esperar a que me llamen por mi primer nombre y sólo una parte de mi apellido. Estoy ahí sentada y después de ojear todas las revistas de chisme viejas, mirar en detalle que lleva puesto la secretaria y alguna otra paciente en similar situación a la mía, escucho: ¨María Fernández¨, y pienso ¨por dios, ¡que nombre tan común tengo!¨.
Si es la primera vez es casi como una primera cita. Me preguntó "¿cómo estás?, ¿de qué trabajás?, ¿estudiás? y ¿hace cuánto que no vas al médico? Y, como en las primeras citas, una mide sus respuestas: ¨no le voy a decir que hace un año que no piso un consultorio porque mágicamente me va a encontrar de todo¨.
Es así, siempre me encuentran algo, siempre me mandan a hacer un estudio de algo. Eso implica sacar un turno, levantarme temprano, tal vez en ayunas, hacer una cola, que me llamen por número, entregar un tarro de algo que, por más que lo mire en detalle, jamás lo podría reconocer como propio porque la enfermera lo pone al lado de otros treinta iguales. Y ahí ya dejo de ser un número para ser un tarro etiquetado con un código de barras, cual producto de supermercado. Sí, mi "orina", como le llaman ellos, de repente está en una góndola al lado de otros productos de igual categoría pero diferente marca.


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Después me dan un papelito y a la semana vuelta a hacer la cola. Pero ahí ya no soy un producto sino un montoncito de hojas con items detallando cosas que ni idea tenías que estaban en mi cuerpo. Sí, ese montón de papeles son los culpables de otra visita al médico para que los mire y de repente diga `hay que operar¨. What?
Ese el principio de una relación extensa y hasta confidencial que empiezo a tener con el médico. Que ya sabe dónde vivo, con quién salí el sábado pasado y me pregunta si al final mi amiga se arregló con el novio. Tremendo, nada detesto más que eso. Gente que no influye en absoluto en mi vida, sabiendo todo de ella. No me molesta que lo sepan, me molesta que me den charla, que me pregunten, me molesta contestar, me molesta la cordialidad de mis respuestas, me molesta la cordialidad por conveniencia. Pero, si estoy yendo, es porque tengo algo hace meses y necesito caerle bien si va a ser él quien me opere.
Nunca me operaron de nada, sólo exagero para fijar el ejemplo, porque por suerte me enfermo poco. No sé si me enfermo poco porque no voy al médico pero juro que funciona.
La última vez que fui más de tres veces seguidas al mismo lugar fue al dentista. Una mujer recomendada por una amiga. Todo una profesional enseñándome, a mis 28 años de edad, cómo debo cepillarme los dientes. Humillante. Así que, para sentirme menos ignorante, le conté que trabajaba en publicidad haciendo creatividad. ¡Quién me manda! Resulta que el hijo quería entrar en el mercado publicitario y la última vez le prometí averiguarle qué agencia podría tener la característica telefónica 4982 ó 4983, porque lo habían llamado al hijo por una entrevista y perdió el teléfono pero se acordaba haber anotado algo así.
Esa es la verdad, lo confieso. No dejé de ir al dentista porque le tengo miedo al torno, sino porque no tengo la menor idea de cuál pueda ser esa agencia.


16.6.06

Goleada 6 - 0

En algún edificio del Microcentro, como en otros tantos, a la mitad del resultado del partido Argentina - Serbia y Montenegro, la gente festejaba como si fuera el primer gol del partido. La otra mitad no es mostrable.