25.7.06

Ser Vicio

Sí, sí. Ya sé. El jueguito de palabras. Pero lo cierto es que viene al caso. El juego de palabras está a la orden del día, al igual que otra gran lista de cosas que la globalización ha decidido regalarnos.
Ahora todo está a mano. Las colas en el banco están en la palma de mi mano, casi no llegué a conocerlas. Para cuando me tocó empezar a pagar mis propias cuentas ya existía el pago fácil o rapipago, ¿y ahora? Y, ahora, pagomiscuentas.com.
De chica me tocaba ir a hacer las compras, incluso una tarea mucho más tediosa: enfrentarme a Mari, la almacenera de la vuelta de casa, y decirle que me cambie la manteca. Como odiaba ir a cambiar cosas al almacén, me daba mucha vergüenza y todavía no sé bien por qué. ¿Y ahora? Y, ahora compro todo por internet: las entradas del cine, del teatro, de recitales, los fideos, el papel higiénico, libros, películas, música, la pasta de dientes, incluso la propia internet la contrato por internet.
Lo que no cambio por nada del mundo es ir de shopping. Ahí no cedo. ¿Para qué quiero comprarme unos zapatos por internet, o una remera o un pantalón? ¿Sin probarme? ¿Sin poder preguntar cuánto sale? ¿Sin mirarme siete veces de todos los perfiles posibles? Sin volver a preguntar ¨cuánto me dijiste que sale?¨ ¿Sin volver cargada de bolsas y sentirme culpable porque no le compre nada a nadie más que a mí? No, definitivamente no.
Pero le digo sí al delivery. Ahora hay delivery de todo: de bebidas alcohólicas, de pañales, de toallitas femeninas, de medialunas para el mate, ¡de cigarrillos! Igual, como me da cosa hacerlo venir por dos pesos, también le pido una coca, unas papas fritas, dos chocolates y que sean dos paquetes de puchos mejor.
Es increíble, cada vez me quedo más en casa. Es decir, salgo menos ¡pero gasto mucho más!

24.7.06

Basta de "tema: la vaca"

Todos me dicen que mis textos son largos y pienso: "ok, todo el mundo no puede estar equivocado. O si?". Y me respondo: "Sí, claro que sí. O acaso ¿el mundo no está lleno de gente que piensa distinto a otra y defiende su filosofía, argumentos, religión o lo que sea con el pleno convecimiento de que el resto está equivocado? Por ejemplo Bush, Chávez, el "Che", Fidel o el almacenero que todavía cree que le puede ganar a los hipermercados."
Creo que es más arriesgado escribir largo. Pero supongamos que sí, que estoy equivocada. Aquí va un texto corto.

¿Cuál sería el primer tema de la primera redacción de una vaca?
Y… lo cierto es que depende de dónde sea la vaca. Si es de la India, por ejmeplo, escribiría sobre la intriga que tiene de por qué sus familiares argentinas ya no responden sus cartas. Si fuera una vaca suiza creo que escribiría una eterna conjugación de puteadas a quienes la pintaron de lila. Si fuera una argentina empezaría a escribir sobre lo lindo que es comer bien y no hacer nada en todo el día pero no llegaría a terminar su narración.

Y llegué a una conclusión: esas son las que le contestan las cartas a las de la India y le dicen: "A ver cuando dejás de hacerte la sagrada y nos venís a visitar. No te va a pasar nada que no quieras."

16.7.06

Digan Whisky!

Conozco un montón de gente que siempre sale bien en las fotos. Siempre, aunque lo agarren distraído o mordiendo una hamburguesa gigante, salen bien.
Yo salgo mal en todas las fotos.
De chica nunca le daba importancia. Pero empecé a crecer. La adolescencia. Las nenas con las nenas, los nenes con los nenes. Y la imagen del espejo de repente se transformó en la protagonista de mi vida. Las fotos empezaron a importarme de manera relevante, al punto de no querer salir en ellas. Yo era siempre la que sacaba. "Ponganse, ponganse que yo les saco". Había tomado la decisión de salir en la menor cantidad de fotos posibles, sólo en casos ultra necesarios.
Después me empezó a indignar que la gente no se acordara que yo estaba ese día, que yo les saqué la foto. Entonces, llegué a un acuerdo con mi imagen del espejo. Yo salgo más en las fotos si ella me ayuda a encontrar un gesto, una cara con la que salir bien y así emularlo a cada flash.
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Y la verdad es que sirvió, de cada diez fotos, una es digna. Algo es algo. Además, con el tema de las cámaras digitales sacan ochenta mil fotos en una sola noche y mi "gesto foto" se hizo más que redituable. Y ahora cada vez que viene el flash el gesto se hace presente sin pensarlo. Pero se me presentó una situación particular. El tema de las auto fotos. ¡Chan! ¡Es imposible salir bien en esas fotos! Mi amigo saca la foto, la miramos y me encanta. ¡Por fín salí bien! Y él dice: "mmm. No, qué desastre, la borro ya!". ¿No es eso injusto? La borra sin preguntar y yo también estoy en la foto y tal vez no quiero que la borre. Pero los dueños de las cámaras no te preguntan. ¿Por qué? Porque, claro, a uno no le interesan las fotos de los demás. "Este es mi papá, este es mi tío Juan. Uh, mirá, acá está mi abuela de joven!" ¡Qué me importa! Si no estoy en las fotos, no me interesa verlas. Y me quedo largos minutos en una que estoy de fondo, sirviendo un vaso de agua. Y me miro, y me critico mentalmente, y me vuelvo a frustar.
Por eso, lo mejor es quedar en la mente de las personas no en las fotos.

14.7.06

No tenés ni Idea

Eso de que cuando un amigo se va queda un espacio vacío, mmmm... yo no sé. Realmente no creo que quede un espacio vacío. Pienso que ningún amigo "se va". Los amigos nunca se van. Los amigos están ahí, resguardados en un lugar en el que ni el propio Tsunami puede hacer de las suyas.
De cualquier manera, siempre que un amigo se está yendo, sea a vivir a un país lejano y costoso o al otro mundo, siempre es para bien. Pero el sentimiento del que se queda, sufre un problema de identidad, un conflicto de personalidad. "¿Qué clase de sentimiento soy?". "¿Está bien si soy tristeza y hago llorar?". "¿O debería gritar de alegría y festejar?". Porque está buenísimo que esta persona que adoro tanto viaje, tenga experiencias nuevas, conozca lugares, se enfrente a desafíos impensados, eso está buenísimo y es desmesuradamente positivo. Pero el sentimiento egoísta se apodera de nosotros en un momento.
Cuando me enteré de esta novedad de que mi amigo se iba me sentí tan pero tan bien, como orgullosa y también sentí mucha admiración. Admiración de que una persona pueda ser tan talentosa y tan buena gente a la vez. Es como que tiene todo. Es como que lo miro y pienso "¿podré ser como él alguna vez?".
Pero el reloj hizo lo suyo y ya queda tan poco. Y, si bien esa admiración sigue estando más latente que nunca, ahora tiene una batalla que pelear. La alegría versus la tristeza. Ahí estoy yo en este momento, aunque lo cierto es que la alegría agoniza en el ring debajo de la tristeza que empezó con sus dedos en alto a contar hasta diez.
Igual, amigo, quiero decirte esto: no importa que te vas. Importa que nos encontramos. Importa que nos abrimos. Importa que "sos" y que "soy" pero, sobre todo, importa que "somos". Y eso que somos, lo somos acá y en Japón.
Hiro querido, yo sé que te vas. Pero vos sabé que para mí no te vas porque para mí no estás, para mí sos. No tenés ni idea de lo que te adoro, pendejo. Pero quizás esto te ayude a entenderlo: cuando sea grande quiero ser como vos.

12.7.06

El Gusto del Caramelo

Está la gente buena y la gente mala. La linda y la fea. La paciente y la impaciente. Y la gente que le gusta lo dulce y la que le gusta lo salado.
Pero hay un tipo de gente que está en el medio. Sí, es la gente que a veces es buena y a veces mala o la gente que le gusta lo salado pero se mata con lo dulce, pero no cualquier dulce. No le gusta el flan con dulce de leche. No. Ni las frutillas con crema ni el tiramisú. Le gustan las pavaditas, los caramelos, los chicles, las pastillas. Gente que llega a pedir diez pesos de pico dulce, cinco de palitos de la selva y cinco de chicles. Y se vuelve feliz con su bolsa repleta de variedades para consumir en las horas aburridas de trabajo. Lo bueno es la gente que rodea a estos fans de las golosinas y yo soy una de ellas. Tengo una compañera de trabajo fanática de llenar la bolsa con cositas. Y se acerca a mi escritorio con su mejor cara de nena de cinco años y me dice: ¨Querés? Dale elegite algo.¨ Lo mejor de todo es que ella es feliz regalándonos y nosotros felices recibiendo. Lo terrible son los días que falta aunque por suerte no falta nunca. Pero cuando falta uno se da cuenta, porque es gente que cumple otra función aparte de la laboral. Es como cuando falta el que ceba mate, el día no es el mismo. Son personas que hacen de nuestra jornada laboral una cultura diaria, un folklore distinto al de otros ambientes laborales. Sí, por supuesto, también está el pesado, el desubicado, el de los chistes malos, el ortiba, el aguafiestas, el callado, el que siempre está de buen humor. Podríamos decir que el ambiente de trabajo es un reflejo, una pequeña porción, una muestra representativa de la sociedad misma. Donde todos cumplimos una función solidaria, un rol a beneficencia porque nadie nos paga por eso. Cebo mate porque quiero, porque me gusta y lo bueno es que nadie me va decir cuándo, cómo y a qué hora debo hacerlo por eso lo hago. Porque a todos nos hace falta un cable a tierra, alguien que nos guíe, que nos diga qué hacer y que no. Pero también necesitamos libertad de acción. Por eso me gusta ver a la gente en el kiosco eligiendo con qué va a complacerse, porque el kiosco está para eso, para darse gustos.

5.7.06

Los Borrachos Saben

La causa siempre provoca un efecto. Todos sabemos eso. Pero lo que siempre nos toma por sorpresa es un efecto sin causa.
No hablemos de si las casualidades existen o no, creo que eso queda en cada uno. Hablemos de las cosas que pasan, de los hechos.
Doblaste la esquina y ahí estaba. Apareció de la nada. No se suponía que estuviera ahí, de hecho, que lo esté lo hace parecer totalmente fuera de contexto, como puesto forzadamente, pero ahí está. Esa persona que no debía aparecer. Esa canción que ya nadie canta ni conoce. Esa calle que ya nadie camina. Y me pregunto ¨¿cómo puede ser?¨. Algo que hace mucho no veía, un objeto, una persona, una fragancia, lo que sea se presenta sin aviso, sin indicios y me enfrenta a algo que no esperaba ni por asomo. En ese momento empiezo a vivenciar la lucha, el combate más digno de disfrutar: el azar contra su mayor rival, el destino.

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No suelo creer que las cosas ya estaban escritas, prefiero creer que escribo cada vez que doy un paso. Pero cada tanto me sorprendo meditando sobre lo increíble de ciertas coincidencias tan claras. Y siempre creí que esas eran cosas de mujeres. ¿O no son ellas las que van a brujas, videntes, leen los horóscopos y se tiran las cartas? Pues déjenme decir que no. Muchas personas de género masculino me han sorprendido con comentarios cómo: la conocí ayer y la clave de su celular es mi fecha de nacimiento; tiene la misma entrada de teatro del mismo día que fui yo y nuestros números de asiento son contiguos; vivimos en la misma cuadra durante toda la secundaria sin conocernos y me la vengo a cruzar en un Hostel en Barcelona. La gente se asombra con estas cosas y cuando digo gente me incluyo.
Por supuesto que siempre existen los que no pueden evitar llevarlo a una lógica matemática estadítica y escéptica que le da significado a todos estos tipos de encuentros o apariciones diciendo ¨bueno, poca o mucha, alta o baja la probabilidad existe¨, dentro de las que me incluyo también.
Pero en el momento algunas cosas te superan. Voy a la casa de un amigo de una amiga, que no conozco, que jamás vi, que ni sabía que existía hasta ese día, y tiene en su cuarto una zapatilla que encontró en un recital hace seis años y resulta que es la que yo perdí. Esas cosas son raras. Pero sí, sí, las probabilidades de que eso suceda siempre existen. Es la eterna discusión.
Aún así, hasta a los más lógicos, aunque sea por un ratito, nos gusta entregarnos al mercado de la casualidad que no deja producir nunca, para que todavía sigan existiendo cosas, personas, situaciones que tengan ese poder, el más grande de todos, el del efecto sorpresa. Me sumo a la idea de aquel borracho que al pedirle otro trago al cantinero escucha la pregunta “¿tinto o blanco?” y contesta “sorprendeme”.

4.7.06

Pobre Domingo

Lo dejaron fuera de los días hábiles. Lo dejaron dentro del fin de semana. Es el primer día de la semana según los calendarios. Incluso hasta lo ponen en otro color y no se sabe si lo están distinguiendo, discriminando, o las dos cosas.
"Parece domingo", dice la gente cuando el día está nublado, lluvioso o soleadamente tranquilo. Un día pasivo. Eso es lo que es el domingo. Un día para estar echado en un sillón mirando tele, para dormirlo todo o para compartir en familia creen otros. "Uy, me tocó el dominguero adelante", se quejan los conductores cuando un vehículo avanza distraída y lentamente por las calles.
De cualquier modo, en el inconsciente colectivo el día domingo es "lo menos". Exceptuando a la gente que los trabaja y detesta los jueves porque su día franco es un miércoles, el resto, al menos de este lado del mundo, odia los domingos.
Pensar en él es no querer pensar, es saber que al día siguiente hay que ir a trabajar, hay que enfrentar la rutina de una semana aburridamente monótona o tediosamente acelerada.
¿Existe una guerra entre los días de la semana?

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Por ejemplo, el domingo odia al lunes porque en realidad la culpa la tiene el lunes. Digamoslo, el lunes es el día odioso, el domingo lo antecede y carga sobre sus espaldas, silencioso y tal vez vengativo, una lista de responsabilidades que corresponden al lunes. ¿Estará planeando alguna venganza? Quizás la venganza se la cobra regocijándose de placer al pensar que viene un fin de semana largo que transformará al lunes en un domingo porque al día siguiente hay que ir a trabajar. Pero es una venganza sin destino porque lo cierto es que el lunes está muy contento de no ser el primer día hábil y disfruta muchísimo de estar panza arriba. Vendría a ser como que el lunes sabe vivir el presente de un día sin tareas laborales que el domingo no sabe aprovechar. ¿No sabe o la gente no lo deja aprovechar? ¿No lo dejan? Yo diría que más bien abusan de él. El lunes se empiezan las dietas y el gimnasio, por eso el domingo se come todo lo que se puede.
El martes, segundón, pasa sin pena si gloria. No es ni el principio, ni el medio ni el fin de la semana. El martes es un tipo resignado a pasar desapercibido y se siente importante con los fines de semana largos. Sí, es el primer día laboral y lo odian pero al menos genera algún tipo de sentimiento.
El miércoles, por alguna extraña razón, se siente importante. Es un tipo con la autoestima alta y con fundamentos. Ser el medio exacto, la mitad de una semana laboral lo hace sentir grande, divisor, determinante y se ríe del martes burlonamente porque, sí, secunda, pero secunda a un jueves, no cualquiera. Es el día más barato en el cine y, además, la gente lo utiliza para suplir otras cosas, como por ejemplo: "tuve un día de miércoles". Cumple otras funciones, no muy positivas pero tampoco tan malas. Suplir a una puteada en el léxico de hoy en día, donde la gente no encuentra palabras y dice "y nada… y eso", es todo un logro. El miércoles es un tipo con la frente alta, conforme consigo mismo y sin paranoias, que le abre paso a un jueves conflictuado.
El jueves es una persona indecisa que no sabe si alquilarse una película, juntarse con amigos, ver a la novia o salir "de trampa". Además, la gente que ya tiene sus planes armados para el fin de semana te manda a un jueves, cosa que no intervengas en sus programas de viernes o sábado, mucho más divertidos que vos. Pero, se siente parte del fin de semana también. "Pará, soy un día hábil, no soy un viernes, pero tampoco soy un martes", se dice practicando caras frente al espejo. Y, legalmente, es el medio de la semana, el día de los grandes estrenos cinematográficos. Es decir, es un tipo con complejo de miércoles y aires de viernes.
Y aquí llegamos a la parejita inseparable: viernes y sábado. Qué lo único que hacen es festejar a más no poder y antes de dormirse piensan ¨pobre domingo¨.