27.11.06

Don´t Lie To Me!

No me mientan más. No importa cuánto espíritu joven se tenga, el cuerpo cada vez resiste menos aunque no quiera, aunque deje de fumar, aunque no haya fumado nunca. El cuerpo se desgasta como esa remera colorado furioso que ahora rasguña vida, ocupa lugar en el placard y mendiga un poco de color, ruega no ser lavada para evitar el encuentro con el diabólico centrifugado que la deja arrugada y con la etiqueta afuera.
Por más energía que se tenga, positivismo o afirmaciones, las cosas nunca vuelven a ser como antes. No lo intenten, no se gasten, traten de inventar situaciones nuevas con personas nuevas con ropa distinta, cambien de estilo, visiten lugares que jamás visitarían, todo suma cuando les cedan el asiento en el colectivo, banco o subte. Yo hago eso, yo pienso que un día me van a dar el asiento y me voy a sentar para inmovilizar mi cuerpo y viajar con mi mente a todos esos lugares adonde mi cuerpo ya no puede ir.
Recolecten toda la información que puedan camino al asiento cedido.
En resumen, no se qué escribir, mi cerebro está exprimido, un saludo a todos lo que me conocen y a los profesores que nos cedieron las horas.

4.11.06

La Guardia Urbana

Qué onda esta gente de la Guardia Urbana?
No conozco una sola persona a la que le caiga bien esta gentuza.
Son molestos, buchones e inútiles. El otro día eran las once y media la noche y uno de ellos me entretuvo largo rato. Una pobre chica parada en la esquina de Cabildo y Juramento. No se dan una idea, les describo la situación: tendría entre 23 y 37 años, no se sabe. Excedida de peso. Uniformada con ese pantalón poco favorable y esa campera estampada atrás que dice "sí, soy yo, y por acá no cruzás" o "Guardia Urbana" que es lo mismo. Se paraba en la esquina del semáforo de Cabildo mirando que nadie cruce hasta que el hombrecito cambie y dé la orden "adelante" y giraba todo su peso hasta la esquina de Juramento, o sea unos 2 metros, y hacía lo mismo. Me colgué mirándola un rato largo desde un bar. Llegué a las 10.30 pm, hice el pedido, demoraron un montón en traerlo, comí, fumé, hablé verborrágicamente con mi acompañante y cada tanto pispeaba. A los dos minutos de observar me di cuenta del patrón de su tarea: ahora acá, ah ya cambió, ahora voy para allá, vuelvo para acá, vuelvo para allá. Una monotonía exasperante. Además, lo más inentendible de todo es que se paraba firme en esa esquina mirando a la gente ir venir y la gente le pasaba por al lado cual poste o... cual semáforo, ¡nunca corrigió a nadie! Los peatones cruzaban por donde querían y en cualquier momento y la tipa no hacía nada! Me indigné. Después me empecé a preguntar "qué hace esta tipa ahí? Ni siquera hace lo que tiene que hacer, por qué está ahí parada a las doce y cuarto de la noche haciendo nada con un uniforme despreciable?", "¿Cuál es su leiv motiv?". No entiendo, no entiendo, hasta que lo entendí.
Cuando me levanté de la mesa, agarré mi cartera y me fui del bar lo entendí todo. Cruzo la calle como siempre, me paro al lado de ella para cruzar Juramento, arranco el paso con decisión y "prriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!", "por favor esperá que cambie el semáforo". No, si esta gente existe nada más que para romperme las guindas a mí.