24.2.17

Ojo ajeno

Qué difícil manejar la cabeza, aunque llevo bastantes años dedicándole tiempo al arte de no enroscarse al pedo, todavía cuesta. Creo que si abro una academia de cursos para la vida cotidiana uno de los cursos sería: "cómo no enroscarse al pedo". Duraría "tiempo indeterminado" al estilo "ir a terapia" pero no permitiría que alguien venga mas de un año si fuese una vez por semana o seis meses máximo si el caso fuera venir tres veces por semana. De hecho, creo que tendría esas dos alternativas. El curso de la mañana sería el curso que viene tres veces por semana; que viene sin dormir de haber recontramaquinado toda la noche, entonces las clases son cortas y en vez de recreo, la última hora de cursada, dormís (incluye relajación guiada) y un folleto al final de la clase con algún cursito extra para aportarle a esa parte de tu cabeza que te ruega desesperadamente "conseguite una vida, please".
La cursada de la tarde son los que vienen una vez por semana, tienen recreo pero no pueden tener celular desde que entran hasta que sale y el curso duraría cinco horas. Después vemos que hacemos en esas cinco horas, lo importante es estar cinco horas lejos de cualquier red social o comunicación con el mundo exterior, pero como condición te obligaría a poner en el "estado" del whatsapp, en vez de  "en una reunión" o "hey, I´m using whatsapp" tenés que poner "ocupada teniendo una vida de verdad. Probá vos también."

Lo cierto es que no entiendo por qué toma el cerebro el camino más fácil. El de juzgar. El de criticar. Por qué la mediocridad está siempre esperándonos a la vuelta de cualquier comentario pseudocizañero y ahí está una, lista para aportarle mugre a la reputación de alguien más. Tengo que reconocer que a veces es divertido, por supuesto siempre encabezado por "La verdad es que no la conozco mucho así que no puedo hablar, pero, si me preguntás (o en su defecto "ahora que lo mencionás") me parece que..." y ahí una arranca libre de culpa a inventar o presuponer con material novelero que el inconsciente encuentra en aquellos años de gloria de Andrea Del Boca.

Tiene algo muy divertido criticar a desconocidos. Sentarse en un bar, empezar a mirar gente y hablar, hablar, hablar. De su ropa, de cómo come aquel, de la vida que deberá tener el mozo y de la clara conveniencia que hay entre la pendeja de la mesa de atrás con el viejo millonario que paga esa cartera importada y profundamente tilinga. ¿Por qué es tan divertido? ¿Por qué la mediocridad es tan divertida? Eso lo transforma en tentación constante y hay que plantearse un stop. Como cuando jugaba mucho al candy crash. Me doy cuenta que jugar al candy crash tanto tiempo no era tan malo. Miraba menos al resto y ejercitaba mis habilidades cerebrales... "sweeeeeet"; excepto por la parte de "pedir vidas" que igual ya había solucionado cambiándole la fecha al Ipad.
Extraño el candy crash.
Extraño el pucho y el candy crash.

Redondeando, "la habilidad de observar sin juzgar es la  forma más elevada de inteligencia",  tomen nota!!!