29.8.06

La Desdicha

La desdicha de llegar tarde al cine y sentarme con la película empezada.
La desdicha de morirme de dolor de muela y me den turno para el mes que viene.
La desdicha de morir joven.
La desdicha de conocer a alguien a destiempo.
El destiempo es una variante del tiempo más molesta aún que el propio pasar de los segundos.
Mientras yo salía del chat, esa persona justo estaba entrando. Cuántas veces pasaron ese tipo de cosas y siguen pasando?
Estuvimos en el mismo lugar, a la misma hora, hablamos casi con la misma gente pero nunca nos cruzamos. Esa persona con la que estás esperando cruzarte, está justo al lado tuyo pero eso que tanto deseás jamás va a ocurrir. Porque la casualidad tiene la característica de ser inesperada. Aprendámoslo de una buena vez.
Pero no. Uno sigue mirando esa esquina, a la misma hora. Sigo tomando el subte, religiosamente, a la hora exacta en que me crucé aquella vez, y nada.
Dejemos de buscar que sucedan cosas que no dependen de nosotros o hagamos que sucedan y dejemos de buscar.
Entregarle al destino con moñito de regalo nuestra suerte es comodidad. Comodidad de no enfrentarse a los hechos o de dejar que el resto haga lo que nosotros estamos esperando.
¨Si tiene que ser, va a ser¨. No querido o querida. Va a ser si vos querés que sea. ¿Y cuándo no depende de uno? Y, cuando no depende de uno es cuando se hace presente el detestable destiempo. Es el amor de tu vida, le admirás, le querés, todo lo que nunca te pasó con nadie pero tiene anillo y dos hijos. El trabajo que estabas esperando en la empresa que querías pero acabás de quedar embarazada. Cuando se conocieron él quería estar sólo y ella de novia. Cuando se separaron él quería estar en pareja y ella viajar por el mundo.
Conocer gente a destiempo deja un sabor amargo. Ajustemos las agujas, cronometremos los relojes y dejemonos de vivir pensando en lo que podría haber sido, porque eso es vivir a destiempo. Comámonos un caramelo y a otra cosa.

23.8.06

Los Tiempos Muertos de la Vida

El semáforo
Las paradas en otros pisos del ascensor
Las demoras en los subtes
Las caídas de sistemas
Los llamados que dan ocupado
Los títulos de las películas
El peaje
Los embotellamientos
Las colas
La carga completa de una página web
La espera de la copia de un cd o dvd
Esperar que se seque el esmalte de uñas
Los números equivocados
Un mail que vuelve undelivered
La recarga del flash en la máquina de fotos
Reiterados intentos con el encendedor
Reabrir el freezer al toque que lo cerraste
La espera en la máquina de café
La búsqueda del código de un producto
El reconociemiento laser de un código de barras
La cajera nueva
Prender un fósforo y que se apague al toque
Que el colectivero se pase de la parada
Qué más? Qué mas?

8.8.06

Cuerpo en Mente

Si escribir tonificara los músculos yo sería fisicoculturista sin proponérmelo.
Lo cierto es que no es así. De hecho, escribir, tal vez, agiliza neuronas pero el cuerpo está basicamente inmóvil, cosa que me perjudicaría bastante si no me gustara bailar por ejemplo, o caminar que es otro de mis hobbies. Pero por alguna razón, detesto ir al gimnasio. Así que salgo a caminar musicalizando el paisaje a mi gusto. Lo cómico es que muchas veces contrasta tanto que me dan ganas de hacer un cortometraje.
Quizás suene algo irónica, pero este es mi blog, no voy a justificarme. Siempre, mientras camino con los auriculares rebosando de sonido, voy cantando mentalmente lo que escucho. Incluso a veces vocalizo y otras, cuando quiero verbalizar, me meto en calles menos transitadas para poder explayarme. La cuestión es que a veces verbalizo lo que escucho, es decir, canto. Y canto en inglés, no es un inglés perfecto pero me alcanza para disfrutar a mi gusto. Y de repente, estoy tarareando ¨don´t wanna be an american idiot¨ y se presenta ante mis ojos un chico vendiendo flores o pidiendo monedas. Y en ese momento pienso: “qué contraste tan grande. Yo acá, caminando con mi Ipod escuchando y cantando música en inglés; un idioma que tal vez nunca tenga posibilidades de comprender este chico”. Y me da culpa loco. Me da culpa saber que, por la música, no escucho lo que me pide y, la verdad, no necesito escucharlo. Me da culpa no darle nada. Así que a veces me paro y le pregunto si quiere algo del kiosco, y me contesta: “No, plata dame”. Y justo en ese momento empieza a sonar un tango interpretado por Adriana Varela, lo que provoca que siga caminando, sin darle plata y sin culpa, mientras pienso: "por eso no voy al gimnasio. No me gusta ni la rutina, ni que me digan lo que tengo que hacer".

3.8.06

El Pochoclo: un testigo

Cuando voy al cine me encanta descubrir y recordar detalles de las películas que otros ni se fijan: nombres de calles o dirección de donde viven los protagonistas, cosas que decoran su casa, inscripciones en las paredes.
Me gusta entrar al cine con cosas escondidas en mi cartera que no están permitidas comer.
Detesto perderme los trailers y comerciales previos.
Me gusta que la gente pida silencio o grite para que apaguen las luces.
Si metí muchos pochoclos en mi boca y cuando estoy a punto de morderlos se hace un silencio en la película, espero con la boca inmóvil una parte en la que haya más ruido.

Odio meterme muchos pochoclos bien acaramelados en la boca y encontrarme con los pedacitos duros que nunca se cocinaron.
Odio la gente que llega tarde, pide permiso, pasa por adelante y se sienta al lado mío.
Me gusta escuchar los comentarios que se hacen entre ellos los que están a mi lado.
Me gusta reírme en momentos inoportunos.
Me fascina reírme antes de que el resto lo haga.
Me encanta ir al cine cuando no hay nadie y la sala es casi toda mía.

Las películas francesas las voy a ver un día que se que no va a haber casi nadie y me siento lejos de cualquier persona. Son peliculas muy silenciosas y se escucha hasta cuando saborean un caramelo.
Me encanta poner los pies en el asiento de adelante aunque haya gente.
Odio que pase uno del cine y me haga gestito de ¨sentate bien¨, ¨bajá los pies¨, o símiles.
Me gusta ir al cine a ver películas pochocleras con personas que tengo códigos y hacer comentarios cómplices por lo bajo.
Si la película no me atrapó, le hago comentarios a mi compañía durante la película.

Me indigna que pongan los subtítulos en blanco.
Odio que ni bien salgo del cine me pregunten si me gustó.
Nunca aplaudo al final de películas, ni el director ni los actores ni los guionostas me están escuchando.

Siempre que leo frases grandilocuentes trato de acordarmelas, pero no lo logro. Aunque aquí van las que me acuerdo: "Seven days..."