22.6.06

El torno y yo

Personalmente, detesto ir al médico.
No me gustan los consultorios, no me gusta esperar a que me llamen por mi primer nombre y sólo una parte de mi apellido. Estoy ahí sentada y después de ojear todas las revistas de chisme viejas, mirar en detalle que lleva puesto la secretaria y alguna otra paciente en similar situación a la mía, escucho: ¨María Fernández¨, y pienso ¨por dios, ¡que nombre tan común tengo!¨.
Si es la primera vez es casi como una primera cita. Me preguntó "¿cómo estás?, ¿de qué trabajás?, ¿estudiás? y ¿hace cuánto que no vas al médico? Y, como en las primeras citas, una mide sus respuestas: ¨no le voy a decir que hace un año que no piso un consultorio porque mágicamente me va a encontrar de todo¨.
Es así, siempre me encuentran algo, siempre me mandan a hacer un estudio de algo. Eso implica sacar un turno, levantarme temprano, tal vez en ayunas, hacer una cola, que me llamen por número, entregar un tarro de algo que, por más que lo mire en detalle, jamás lo podría reconocer como propio porque la enfermera lo pone al lado de otros treinta iguales. Y ahí ya dejo de ser un número para ser un tarro etiquetado con un código de barras, cual producto de supermercado. Sí, mi "orina", como le llaman ellos, de repente está en una góndola al lado de otros productos de igual categoría pero diferente marca.


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Después me dan un papelito y a la semana vuelta a hacer la cola. Pero ahí ya no soy un producto sino un montoncito de hojas con items detallando cosas que ni idea tenías que estaban en mi cuerpo. Sí, ese montón de papeles son los culpables de otra visita al médico para que los mire y de repente diga `hay que operar¨. What?
Ese el principio de una relación extensa y hasta confidencial que empiezo a tener con el médico. Que ya sabe dónde vivo, con quién salí el sábado pasado y me pregunta si al final mi amiga se arregló con el novio. Tremendo, nada detesto más que eso. Gente que no influye en absoluto en mi vida, sabiendo todo de ella. No me molesta que lo sepan, me molesta que me den charla, que me pregunten, me molesta contestar, me molesta la cordialidad de mis respuestas, me molesta la cordialidad por conveniencia. Pero, si estoy yendo, es porque tengo algo hace meses y necesito caerle bien si va a ser él quien me opere.
Nunca me operaron de nada, sólo exagero para fijar el ejemplo, porque por suerte me enfermo poco. No sé si me enfermo poco porque no voy al médico pero juro que funciona.
La última vez que fui más de tres veces seguidas al mismo lugar fue al dentista. Una mujer recomendada por una amiga. Todo una profesional enseñándome, a mis 28 años de edad, cómo debo cepillarme los dientes. Humillante. Así que, para sentirme menos ignorante, le conté que trabajaba en publicidad haciendo creatividad. ¡Quién me manda! Resulta que el hijo quería entrar en el mercado publicitario y la última vez le prometí averiguarle qué agencia podría tener la característica telefónica 4982 ó 4983, porque lo habían llamado al hijo por una entrevista y perdió el teléfono pero se acordaba haber anotado algo así.
Esa es la verdad, lo confieso. No dejé de ir al dentista porque le tengo miedo al torno, sino porque no tengo la menor idea de cuál pueda ser esa agencia.


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