28.6.06

El Codificado

Ayer tuve la revelación más obvia en lo que voy de vida. Sabemos de la teoría que dice que las mujeres buscan, inconscientemente, a un hombre parecido a su padre. Sabemos que los hombres buscan una mujer que los tenga "cortitos", les haga la comida, los cuide cuando están enfermos y les ordene la vida, en resumen, una madre. Hasta ahí vamos bien (¿vamos bien?). Pero hay algo, un detalle que declara la existencia de un canal codificado que sólo unos pocos pueden ver: los hombres quieren una mujer que se parezca a su madre y, con ella, poder tener sexo todos los días. En resumen, los hombres quieren tener sexo con la madre y el padre no los deja, de ahí que los hombres se llevan mejor con la madre que con el padre. Ya lo dijo Freud: habría que dejar de tratarlos como un "depravado" o reconocernos como tales. Ok, lo reconozco, escribí algo rápido para no perder la poca constancia que logré tener en el blog.

23.6.06

Te Cambia la Vida

De manera novedosa y sistemática, ahora, todo te cambia la vida. Lavarte el pelo con tal shampoo te cambia la vida. Comer tal yogour te agiliza el tránsito lento y te cambia la vida. Este jabón te cambia toda la piel y adiviná qué: te cambia la vida!!! Las galletitas no se cuanto te arreglan el día y no sé qué analgésico te alarga la vida. Pero, ¿quién dijo que yo quiero cambiar mi vida? ¿Quién dijo que quiero alargarla?! Basta por favor de pensar y desear por mí! Ah, ¿no querés? ¿Tenés el pelo castaño y te encanta tenerlo castaño? Bueno, acá tenés un shampoo que te lo deja más castaño, "para un castaño más castaño!". Pero ¡si yo estoy contenta con mi castaño! Y no estoy orgullosa de mi piel pero tampoco por eso voy a cambiar toda mi vida!

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Me irrita el fanatismo que hay por inducirnos a ser otras personas todo el tiempo. Qué pestañas más largas que tus pestañas, que labios más suaves que tus labios, que se puede ir más al baño de lo que vas. Ya sé que el mundo está repleto de gente mucho mejor que yo, pero ¿tienen que recordármelo todo el tiempo? Además, ya no podés sentarte a mirar televisión con alguien al lado porque viene el corte comercial y te deprimís, y no sólo eso, también te inhibís. Decime si viendo la tanda de comerciales aparece el comercial de esa pasta de dientes que habla del mal aliento, de los dientes más blanco y vos ¿no hacés un repaso mental de cómo está tu sonrisa y `por las dudas no me río más a ver si todavía me quedo mirando la película sola? Es desesperante. Yo casi ya ni miro tele porque, además, el problema es que quiero todo. Quiero el shampoo que haga magia en mi cabello, quiero la crema anti-age que previene arrugas y líneas de expresión, el cepillo de dientes con cerdas recubiertas y super flexible, el jabón con un cuarto de crema humectante y obvio que quiero un desodorante que no manche mi ropa. Y pasa eso. Vas al supermercado y recorriendo las góndolas encontrás ese jabón con crema humectante, y otro que te deja la piel visiblemente más firme, y me llevo el de acción exfoliante y revitalizadora, ¿y el de aroma terapia? Y bueno, mirá si de verdad me cura el stress. En fin, me voy a la caja antes de que encuentre uno que lave, seque y planche. Después llega fin de mes y este es el saldo: cero pesos, siete tipos de jabones, la pasta de dientes anticaries y la blanqueadora, sahumerios traídos de la India, velas aromatizantes elaboradas por Osho y una torta de chocolate, crema, merengue y dulce de leche bajas calorías. Sí, definitivamente, estos productos te cambian la vida.

22.6.06

Un Tema Cliché

¿De qué manera se define que algo es cliché? ¿Cuándo ya se usó mucho? Entonces, los “si” y los “no”, o los “hola” y los “chau”, ¿son cliché?
Qué tema eh.
Con este fanatismo moderno de categorizar todo, de armar un catálogo de cajoncitos con etiqueta que determinan a qué perfil responde cierta cosa, es que me surge esta idea de hablar de los chistes y sus variantes. Cómo llegué a unirlos, no sé, pero aquí va.
Está el chiste fácil, el chiste inteligente, el malo, el que de tan malo es bueno, el ocurrente y hay un tipo de chiste que puede ser cualquiera de todos estos pero que, sea cual fuere, siempre da risa: el chiste situacional. Ese que termina por depender, como un aro de una oreja agujereada, del contexto. Ese que después uno lo cuenta y se siente ridículo, nadie se ríe, todos se miran y te miran esperando que continúes cuando en realidad ya terminó. Son esa clase de chistes que son perfectos para el momento. Y uno no aprende. Te sigue pasando que querés contar algo que alguien dijo en determinada situación, algo excesivamente gracioso al punto de descubrirte en una carcajada papelonezca y exagerada, y te mandás. Hacés la mímica de la situación, contás quiénes estaban, la ubicación de cada uno de los presentes, todo, rapidito para no aburrir y la cerrás casi tentado pensando `ya viene, ya viene, ya se ríen¨, y nada. El gesto de “y?” sigue congelado en los oyentes. O peor aún, se ríen con un falso “ja ja” cerrando con la frase “qué personaje sos”.
Otro tipo de chiste situacional es el fácil pero bien usado, en el momento y lugar indicado, ese que no corta momentos ni crea climas sino que invade y antes de que te des cuenta se fue. Cortito, al pie y que siga el baile.




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Después hay un fenómeno interesante que es el chiste malo que de tan malo es bueno. Es malísimo pero la gente no puede creer lo tonto que es y se ríe del chiste, de vos y de sí mismos al descubrirse riendo de semejante estupidez. Ese está de moda. Ahora dicen “mientras más tonto más inteligente es”. ¿Será así con las personas también? “Es tan pero tan estúpido que es inteligentísimo”. “Es tan pero tan feo que es lindo”. O al revés, “es tan pero tan rico que es vomitivo”.
Hay como cierta necesidad de encontrarle nuevas categorías a las cosas. Como si las que existen no alcanzaran, no fueran suficientes. Ahora no es un “loquito”, es otra cosa, es un “freak”. Ahora no es un “vago” es un “colgado”. Por supuesto, todo sigue dependiendo del contexto en el que uno se mueva; no creo que se puedan escuchar este tipo de términos en una abuela o un convento: -“Che, esa monja nueva es medio freak, no?”. – “No, lo que pasa que es una colgada”.
De esta manera, queda demostrado que todo termina por depender del contexto, es decir, lo realmente bueno, gracioso, ocurrente, divertido es la excelente pareja que hacen el cómo y el dónde. Es como saber con qué velocidad y en qué momento iniciar un aplauso multitudinario.
Esto para los que gustan de los chistes malos y fáciles. No cambien de chiste, cambien de oyentes. Yo, por eso, cada dos años cambio de trabajo.



El torno y yo

Personalmente, detesto ir al médico.
No me gustan los consultorios, no me gusta esperar a que me llamen por mi primer nombre y sólo una parte de mi apellido. Estoy ahí sentada y después de ojear todas las revistas de chisme viejas, mirar en detalle que lleva puesto la secretaria y alguna otra paciente en similar situación a la mía, escucho: ¨María Fernández¨, y pienso ¨por dios, ¡que nombre tan común tengo!¨.
Si es la primera vez es casi como una primera cita. Me preguntó "¿cómo estás?, ¿de qué trabajás?, ¿estudiás? y ¿hace cuánto que no vas al médico? Y, como en las primeras citas, una mide sus respuestas: ¨no le voy a decir que hace un año que no piso un consultorio porque mágicamente me va a encontrar de todo¨.
Es así, siempre me encuentran algo, siempre me mandan a hacer un estudio de algo. Eso implica sacar un turno, levantarme temprano, tal vez en ayunas, hacer una cola, que me llamen por número, entregar un tarro de algo que, por más que lo mire en detalle, jamás lo podría reconocer como propio porque la enfermera lo pone al lado de otros treinta iguales. Y ahí ya dejo de ser un número para ser un tarro etiquetado con un código de barras, cual producto de supermercado. Sí, mi "orina", como le llaman ellos, de repente está en una góndola al lado de otros productos de igual categoría pero diferente marca.


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Después me dan un papelito y a la semana vuelta a hacer la cola. Pero ahí ya no soy un producto sino un montoncito de hojas con items detallando cosas que ni idea tenías que estaban en mi cuerpo. Sí, ese montón de papeles son los culpables de otra visita al médico para que los mire y de repente diga `hay que operar¨. What?
Ese el principio de una relación extensa y hasta confidencial que empiezo a tener con el médico. Que ya sabe dónde vivo, con quién salí el sábado pasado y me pregunta si al final mi amiga se arregló con el novio. Tremendo, nada detesto más que eso. Gente que no influye en absoluto en mi vida, sabiendo todo de ella. No me molesta que lo sepan, me molesta que me den charla, que me pregunten, me molesta contestar, me molesta la cordialidad de mis respuestas, me molesta la cordialidad por conveniencia. Pero, si estoy yendo, es porque tengo algo hace meses y necesito caerle bien si va a ser él quien me opere.
Nunca me operaron de nada, sólo exagero para fijar el ejemplo, porque por suerte me enfermo poco. No sé si me enfermo poco porque no voy al médico pero juro que funciona.
La última vez que fui más de tres veces seguidas al mismo lugar fue al dentista. Una mujer recomendada por una amiga. Todo una profesional enseñándome, a mis 28 años de edad, cómo debo cepillarme los dientes. Humillante. Así que, para sentirme menos ignorante, le conté que trabajaba en publicidad haciendo creatividad. ¡Quién me manda! Resulta que el hijo quería entrar en el mercado publicitario y la última vez le prometí averiguarle qué agencia podría tener la característica telefónica 4982 ó 4983, porque lo habían llamado al hijo por una entrevista y perdió el teléfono pero se acordaba haber anotado algo así.
Esa es la verdad, lo confieso. No dejé de ir al dentista porque le tengo miedo al torno, sino porque no tengo la menor idea de cuál pueda ser esa agencia.


16.6.06

Goleada 6 - 0

En algún edificio del Microcentro, como en otros tantos, a la mitad del resultado del partido Argentina - Serbia y Montenegro, la gente festejaba como si fuera el primer gol del partido. La otra mitad no es mostrable.


15.6.06

Sábado, Domingo y Feriado

Nada de lo que creemos que va a suceder se cumple en esas famosas escapaditas de fin de semana largo.
El viaje es funesto por donde se lo mire. La ruta repleta de autos apurados por llegar. Bondis de ¨larga distancia¨ colmados de pasajeros incómodos, intolerantes e indignados del olor que emana desde lo que los bondadosos llaman baño.
Con sólo pensarlo unos minutos no dan ganas de encarar el tema. Ya sabemos como es esa "escapadita": llena de inconvenientes e imprevistos que alteran el humor del más positivo de los pasajeros.

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De cualquier manera, y a pesar de todo, la gente sigue viajando. Sigue encarando el peor de los embotellamientos; o salen a la madrugada para que no haya tanto tránsito o salen a la tarde por la misma razón. ¿Qué tiene eso de escapada? Si salís temprano llegás cansado y dormís todo el día en una cama que no es la tuya, con una almohada que no es la tuya y con sábanas que huelen raro. Si salís tarde perdés el día, vivís de noche y al día siguiente ya tenés que ponerte a pensar cómo hacer menos tedioso el regreso. Hace más frío que de costumbre, gastás más plata que de costumbre y se te cambian los horarios. Además, volvés más cansado.
Lo cierto, es que nada de esto termina importando. Seguimos escuchando en los noticieros un número de cuatro o cinco cifras que describe la cantidad de personas que cedieron una vez más a ponerle el pecho a la situación y viajar.
¿Qué pasa? Pasa que uno subestima a la gente. Pasa que los que se quedan creen que los que se van son masoquistas y no es así. La gente viaja para cambiar la rutina, para mirar otro paisaje, para quejarse de otras cosas y tener la oportunidad de cambiar de canal por tres días. Bueno, menos de tres, pero quedémonos con la sensación colectiva de que son tres.
¿Entonces?
Entonces, la "escapadita", con todos sus defectos, tiene una función que cumple a la perfección. Viernes, sábado y domingo; sábado, domingo y feriado. Tres días, una oportunidad de desconectarse de los problemas diarios para conectarse con los de los fines de semana largo. Sigue valiendo la pena. Porque problemas va a haber siempre, lo importante es que cambien.


14.6.06

Gsm vs Murphy

Muy bien el tema está más claro que nunca.
Las deficiencias de la tecnología.

La cantidad de malentendidos que pueden llegar a generarse por confiar en la materia gris, probablemente superior, de una persona que dedica su vida a inventar avances que eleven al ser humano a un estado claramente más alto que un animal sin raciocinio.
Y, uno confía. En realidad, primero desconfía. Después prueba. Después confía. Y con el uso, a veces excesivo, comprueba que las cosas que inventa el ser humano terminan por quedar obsoletas a partir del instante en que empiezan a formar parte de tu cotidianeidad, rutina, costumbres. Para, finalmente, demostrar que nada culmina en ese último invento. ¿Por qué? Porque con el tiempo aparecen las fallas, los desperfectos, los famosos `se cayó el sistema`. Y entonces quedamos todos encerrados en nuestra propia jaula, paralizados. Sin máquina no puedo trabajar.

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Y ni hablar si quedaste en encontrarte con alguien a las 11 y, siendo menos cuarto, te das cuenta que no llegás, que tu tía se tropezó y hay que llevarla al hospital, que un amigo se peleó definitivamente con la mujer y tenés que mutar en oreja o que acaban de despedirte. Bueno, no todo es tragedia, también pudo haber pasado que te bajaste del bondi atrás de una mirada sugerentemente simpática o convencido de que se acaba de bajar tu destino y tenés que seguirlo. Claro, ahí, mandás un mensaje de texto con una excusa real o ficticia que justifica tu ausencia o demora y listo. Pero, resulta que el mensaje llegó tres horas más tarde o, mejor aún, nunca llegó. La persona que espera no tiene crédito para descargar sus insultos y vos acabás de gastarlo en ese último mensaje, lo cual no permite que recibas llamadas de públicos o locutorios. Empezamos. Que me dejaste plantado. Que te mandé un mensaje. Que nunca me llegó. Que te estuve llamando y me daba apagado. Que no tenía crédito. Y, quizás ahí, es donde la historia de amor con la tecnología empieza a tener fisuras o se rompe. Y cuando algo se rompe, mmmm, difícil que vuelva a su estado original.
Eso pasa. Lo siguiente es que te indignás con la prestadora del servicio, después con el que inventó el aparato, para terminar por darte cuenta que el error radica en haber dado por sentado que como las cosas siempre se dieron de una manera, por qué no confiar en que así seguirá siendo. Y si siempre funciona, obvio, la ley de Murphy (que sentencia que todo lo que puede pasar, pasa) desafía a las certezas deleitándolas con su presencia.
La sed de superación es inevitable. Pero tampoco dejemos nuestro destino librado al azar de promesas que tienen fecha de vencimiento. No confiemos del todo en algo que en realidad no existe. Porque, está clarísimo, la perfección no existe.

13.6.06

Lo que dure

En el laburo jugamos al prode con el mundial.
Y, para todos los hombres que dicen que las mujeres no pueden hablar de fútbol, contra todas las estadísticas yo soy una de las tres punteras con 13 puntos y habiendo puesto resultados meditados no al azar.
Sí, faltan partidos y las cosas pueden cambiar, pero las victorias hay que disfrutarlas mientras existen. Con Francia-Suiza puse empate y por ahora quedo sola en la punta con 14, pero hay que esperar que termine el partido y falta muy poco...

White Paper

Ganarle la batalla a la hoja en blanco es algo que pocos se animan a desafiar y muchos temen.
Lo cierto es que es muy fácil vencerla sin demasiadas exigencias.
El problema surge cuando queremos escribir y que sea genial, que esté bueno.
Pero, si me pongo frente a la hoja con un lápiz en la mano y escribo mi nombre o una puteada, la primer batalla está ganada.
Este planteo le hice a Mer y nos desafiamos mutuamente a escribir sobre cualquier cosa.
Ella dice que no sabe escribir, nunca escuché algo tan absurdo en mi vida... nunca. Con este mismo argumento le dije: "escribí sobre cualquier cosa, lo que sea. No tiene que ser lindo, tener palabras raras o calificativos que no usás cuando hablás. Escribí como hablás, como si se lo estuvieras contando a alguien. Empecemos con algo bien fácil para que descubras que sí podés escribir. Escribí sobre cómo fue que nos hicimos amigas. Yo voy a hacer lo mismo. Para el martes de la semana que viene intercambiamos mails con nuestros escritos. Ok?".
Su respuesta fue positiva. No la de escribirlo, sí la de intentarlo. Pero... como los amigos terminan juntándose por semejanza, ella no lo hizo y yo ("cuando nadie creía en ella..."), quebré la regla y lo escribí. Se llama "La Iniciativa".

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Un día mi mamá se cansó de las monjas y nos dio la noticia: “Las vamos a cambiar de colegio”.
La novedad no era sólo el cambio de institución sino a qué institución: a la misma que iba mi hermano mayor: Instituto San Alfonso. Colegio de varones solos por muchos años y transformado en mixto hacía sólo dos.
Arranqué con un curso de ingreso porque ya empezaba primer año. Ahí conocí a la chica por la que mi ex novio y nuevo compañerito, Juan Pablo, me había dejado. Claro que nuestros noviazgos eran muy inocentes. Me di cuenta que ya no tenía novio cuando dejó de buscarme en la puerta de mi (ahora) ex colegio, para acompañarme a la parada del colectivo ubicada a eternos 15 metros. El hecho de caminar de la mano ese trayecto ya nos hacía novios.

- Vos me querés cagar a piñas?

Esa fue la pregunta que me hizo la famosa Paz que me quitó a mi chico. Sacando cola, apoyando la cabeza sobre una de sus manos que a la vez reposaba en mi pupitre. Y yo, nueva, totalmente nueva, la miré extrañada y creo que lo único que contesté fue:

- No, nada que ver.

Diez chicas y veintiocho chicos era la proporción de mi cursada de “Primero A”.
El reloj de mi pubertad acababa de anunciar su largada. Transcurridos los meses, finalizó el ciclo lectivo y por fin llegaron las vacaciones. No recuerdo en este momento qué fue de esas vacaciones. Pero sí, que cuando empezó mi segundo año de secundaria las cosas empezaron a cambiar.

Ya no éramos los más chicos, ya no nos decían “Jardín de infantes queda para el otro lado”. Algún tipo de respeto habíamos ganado, aunque más no fuera, en tamaño, algo similar a un pin de MCDonalds.
La cantidad de chicas en el aula eran las mismas que el año anterior. Pero una semana más tarde entró una que todo primero B empezó a preguntar quién era. Resultó conocer mucho a Paz, mi mejor amiga (sí, pequeña paradoja).

Por cosas de la vida, modas, o simplemente reducción de presupuesto familiar, todas las chicas del Colegio Santa Etnhea o Ethnea se pasaban al San Alfonso, así que todas se conocían aunque sea de vista. La única que venía del Jesús María era yo, y la rivalidad implícita que existía entre estos dos colegios de monjas era a muerte. Las parejitas eran casi siempre Santa Ethnea – Santos Padres, y Jesús María – San Alfonso.
Cuestión, que esta chica nueva empezó de a poco a robarme tiempo con mi mejor amiga y, en vez de invitarme a mí, la invitaba a ella.
Con el tiempo, y un esfuerzo por limar asperezas, las tres terminamos bastante amigas pero la más pretendida era Paz. Paz a lo de Mer o Paz a lo de Sole. Sole a lo de Paz, o Mer a lo de Paz. Es cierto que yo corría con dos desventajas: vivía lejos de sus casas, y mi mamá no me dejaba salir tanto como las de ellas. Y como Paz tenía muchos hermanos, una iba a su casa a jugar mientras ella “cuidaba” a sus hermanitos.
Paz tenía (tiene, y acaba de casarse), mucha personalidad y yo realmente era la adolescencia en su máxima expresión: inseguridad, sufrimiento, padres separándose, trabajaba en la pizzería de mi tío armando cajas, mientras ellas salían a tomar un helado a “Antonio”, la heladería más frecuentada por los púberes que cotizaban en bolsa.

El tiempo fue pasando. Entre idas y venidas de Bella Vista a Buenos Aires, de Buenos Aires a Bella Vista, de Bella Vista a Lezama, terminé la secundaria. Volví a Buenos Aires y empecé enseguida a trabajar. Trastabillé bastante pero, finalmente, terminé en Unicenter en una casa de ski, deportes y camping, de cajera. Con 18 años y sin tener la más mínima idea de cómo se cobraba una tarjeta de crédito, pero allí estaba. Veía a mis amigos todos los fines de semana. De Martínez a Bella Vista en el bendito 203. Ya viviendo en Buenos Aires no veía a Paz con tanta frecuencia pero Mer, La SIM, la Gató, me comentó que quería empezar a trabajar y la presenté en mi laburo. “Bienvenida a Buenos Aires Sport”. Ella vendedora, yo cajera. Trabajamos juntas casi un año y de ahí nunca más nos separamos.

No sé cuan atractivo pueda ser leer la historia de cómo surgió una amistad. Tampoco sé bien cómo explicar la plena certeza que tengo con respecto a la presencia u omnipresencia de Mer en todas y cada una de las cosas que yo genere que sucedan en mi vida.

La única persona con la que me río de maldades, con ironía, con humor negro, con crueldad, en resumen, la única mujer con la que soy una persona antes que una mujer, un ser humano. La carcajada más honesta se la gana ella… La gató.


9.6.06

Relájate y Goza

¿Acaso son mujeres fáciles?
Mmm, yo no diría eso. Tal vez son gustosas de la diversión y sólo se destapan deshinibiéndolas; sí, como a la mayoría de las mujeres.
Pero, ¿qué son buenas ideas?
Jugar a la escondida es una buena idea, pero "ya no estás en edad".
Trabajar con las ideas es una buena idea. Comer gracias a las ideas es mucho mejor. Pero de la calidad de ellas depende lo que vaya a haber en el plato.
Y cuando el estómago se queja y no hay platos para lavar, te llega la pregunta:
¿Qué es una buena idea?
La única manera de sacar buenas ideas es divirtiéndote con ellas. Hay que seducirlas, distenderse, invitarlas un whisky, ponerlas ebrias, aprovecharse de ellas, relajarte y gozar.