5.7.06

Los Borrachos Saben

La causa siempre provoca un efecto. Todos sabemos eso. Pero lo que siempre nos toma por sorpresa es un efecto sin causa.
No hablemos de si las casualidades existen o no, creo que eso queda en cada uno. Hablemos de las cosas que pasan, de los hechos.
Doblaste la esquina y ahí estaba. Apareció de la nada. No se suponía que estuviera ahí, de hecho, que lo esté lo hace parecer totalmente fuera de contexto, como puesto forzadamente, pero ahí está. Esa persona que no debía aparecer. Esa canción que ya nadie canta ni conoce. Esa calle que ya nadie camina. Y me pregunto ¨¿cómo puede ser?¨. Algo que hace mucho no veía, un objeto, una persona, una fragancia, lo que sea se presenta sin aviso, sin indicios y me enfrenta a algo que no esperaba ni por asomo. En ese momento empiezo a vivenciar la lucha, el combate más digno de disfrutar: el azar contra su mayor rival, el destino.

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No suelo creer que las cosas ya estaban escritas, prefiero creer que escribo cada vez que doy un paso. Pero cada tanto me sorprendo meditando sobre lo increíble de ciertas coincidencias tan claras. Y siempre creí que esas eran cosas de mujeres. ¿O no son ellas las que van a brujas, videntes, leen los horóscopos y se tiran las cartas? Pues déjenme decir que no. Muchas personas de género masculino me han sorprendido con comentarios cómo: la conocí ayer y la clave de su celular es mi fecha de nacimiento; tiene la misma entrada de teatro del mismo día que fui yo y nuestros números de asiento son contiguos; vivimos en la misma cuadra durante toda la secundaria sin conocernos y me la vengo a cruzar en un Hostel en Barcelona. La gente se asombra con estas cosas y cuando digo gente me incluyo.
Por supuesto que siempre existen los que no pueden evitar llevarlo a una lógica matemática estadítica y escéptica que le da significado a todos estos tipos de encuentros o apariciones diciendo ¨bueno, poca o mucha, alta o baja la probabilidad existe¨, dentro de las que me incluyo también.
Pero en el momento algunas cosas te superan. Voy a la casa de un amigo de una amiga, que no conozco, que jamás vi, que ni sabía que existía hasta ese día, y tiene en su cuarto una zapatilla que encontró en un recital hace seis años y resulta que es la que yo perdí. Esas cosas son raras. Pero sí, sí, las probabilidades de que eso suceda siempre existen. Es la eterna discusión.
Aún así, hasta a los más lógicos, aunque sea por un ratito, nos gusta entregarnos al mercado de la casualidad que no deja producir nunca, para que todavía sigan existiendo cosas, personas, situaciones que tengan ese poder, el más grande de todos, el del efecto sorpresa. Me sumo a la idea de aquel borracho que al pedirle otro trago al cantinero escucha la pregunta “¿tinto o blanco?” y contesta “sorprendeme”.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La causa.
el problema esta en ser solo una causa, que no es lo mismo que estar con la causa, por mas que nunca haya un efecto. O por lo menos el esperado. Si uno ecribe sobre la causa y el efecto en relacion con el azar, debe saber cual sera el efecto. (no solo que, tambien quienes). Siempre hay causas mas faciles que otras, por las que sus efectos, probablemente seran olvidados rapidamente. Ni un sacudon!!! Algunos se paran en la vereda, otros ni saben donde. Ahora si!! Enojado. Que seria el efecto de una desanimada causa.
Anonimo. La misma cobardia!!! ¿la misma?

Anónimo dijo...

Shhhh......

sole fernández podestá dijo...

Guau, cuánta pasión en sus palabras. Otro Mr. Anónimo más. Es evidente, la inescrupulosidad del anonimato es la tentación más efectiva que usa la cobardía para hacerse presente.

Anónimo dijo...

si!! no? cuanta cobardia!! en un solo parrafo. No se a que se referira,habla como sabiendo algo. En lo que puede que tenga razon es que a la cobardia es mejor perderla en otros lados.
Anonimo 2.
Otro cobarde... de blogg.

Anónimo dijo...

la casualidad existen cuando como iman se quieren encontrar dos personas!entonce esa atraccion imanesca hace q existan las casualidades!