Qué es conocer a otra persona?
Es saber su color favorito, su comida y número preferido? Es saber sus
gustos en la ropa o en la cama? Yo diría que es, más bien o también, conocer su
historia, sus reacciones, sus ambiciones, sus sueños posibles e imposibles, sus
deseos más ocultos, sus planes. No sé. Cómo sabe uno que conoce más o menos a
alguien? Es saber qué lo atormenta en las noches de nostalgia?
Es difícil conocer a alguien. Para que eso suceda el otro a conocer
tiene que querer. Hay que pasar tiempo con el otro. Explorar su mente, su
cuerpo, sus gestos. Y sí, hay que tomar nota. Nota mental. Siempre y cuando le
interese, uno toma notas mentales. “Le gusta el color azul.” Qué se yo.
A cuánta gente le pasa que quiere sin conocer tanto. Y a cuánta que
deja de querer al conocer a alguien. Es posible que ante determinadas
situaciones que se presentan, solo con el pasar del tiempo, uno descubra que no
era lo que uno pensaba. O sí, o tal vez es exactamente lo que se pensaba pero
deja de cerrar, deja de interesar, tal vez porque cambiaron los intereses de
uno.
Y qué se hace? Algunos tomarán decisiones apresuradas. Otros demorarán
decisiones. La verdad es que es difícil porque está en cada uno. Y si no conocés
mucho a la persona que tenés al lado no sabes hacia dónde va a disparar.
También es conocer sus silencios, sus tiempos en las cosas. En las
peleas, en los enojos individuales, en las rabietas laborales y familiares. Es
saber cuándo meterse, cuando frenar sus pensamientos y cuándo dejarlo ser.
Seguimos, no es tarea fácil. Además, tiene mucho, tanto que ver cuánto se
conoce esa persona a sí misma, eso es fundamental. Porque a veces uno funciona
como ente revelador del otro. Al verse reflejado, al uno darle una devolución
de lo que se percibe cuando habla, cuando dice lo que piensa, cuando actúa,
cuando está frente a otros. Es un trabajo. Hay que tener ganas. Hay que poner
ganas. Y las ganas tienen tanto que ver con el interés y también, por qué no,
con el amor en toda su amplia expresión. El amor que le pone una madre en
conocer a su hijo. O un padre. Ese tiempo que uno le dedica a detenerse en la
otra persona. A preguntar. A pensar y reflexionar sobre las actitudes que ha
tenido. Y uno cree que puede, gracias a alguna información recolectada durante
cierto tiempo, predecir como reaccionaría ante una sorpresa o ante una tragedia
o ante lo que sea. Cuán equivocado está quién cree que puede hacer eso?
Uno puede suponer, basado en teorías o hipótesis pero nunca puede
predecir. De hecho, cuando sucede lo que uno pensaba, uno se llena de orgullo
de sí mismo, lo celebra: “viste? Qué te dije? Jeh, lo conozco como si lo
hubiese parido; yo sé lo que te digo.”
Y esas parejas que se separan después de dos años. Se conocieron? O
las que se separan después de veinte años. Veinte!!!! Y en un momento te tiran:
“lo desconozco.” Probablemente la persona en cuestión también se desconozca o
tal vez desconoce todo su tiempo anterior. O tal vez no, simplemente… cambió.
Si uno cambia casi todo el tiempo, lo que pasa es que no se da cuenta. El tema
es cuánto acompaña el otro en esos cambios, que en el día a día tal vez son
pequeños pero que cuando, un día decidiste parar y hacer un raconto, claro, cambió
o, mejor dicho, CAMBIÓ, con mayúsculas.
Es loco. El ser humano es loco. La vida es loca. Rara. Sorpresiva.
Raro sería saber que el otro va a reaccionar de tal manera y no pifiarle
durante treinta años, o cuarenta. Y hay. Los hay. Esas cosas también pasan.
Y creo que nos gusta decir que conocemos bien a alguien porque es un
deseo profundo que uno tiene. Es lindo sentir que uno conoce a alguien bien. Es
lindo sentir que alguien te conoce bien.
No sé si hay un sentimiento o sensación que se le acerque. Porque sentir
eso es sentir que se han dedicado a uno, detenido, observado, pensado. Y a
quién no le gusta eso? Esa sensación derriba montañas, señores. Me atrevo a
decir que quien no ha sentido eso no ha vivido lo suficiente. Nada más lindo
que reconocerse en sus propias acciones. Nada más lindo que respirarse genuino.
Y, dejémonos de joder, nada más lindo que sentirse reconocido.