1.10.11

She

Como ritual de cada sábado, la veo cruzar la calle toda despeinada, con pantalones holgados que se ven súper cómodos, infaltables gafas y una maxi cartera. Entra, se sienta casi siempre en la misma mesa y su ritual se materializa cuando reza "un desayuno completo, por favor?" a las dos de la tarde. Estira una pierna por encima de la mesa casi recostada en el sillón que ocupa y abre un libro en una página marcada por un ticket de supermercado. Cada tanto chequea su celular y contesta algún mensaje. Vuelve al libro, mira alrededor. Se nota que quiere leer pero no quiere perderse nada. Siempre pide que le traigan más manteca. No sé por qué no la pide directamente con su pedido inicial. Raro. Como si creyera que ésta vez la manteca le va a alcanzar para toda esa canasta de tostadas. Hoy, en particular, le trajeron una sola porción de manteca y aunque pide otra noté que nunca se la llevaron y se comió lo que quedaba de tostadas con mermelada sola. Siempre termina el desayuno y sale a las mesas de la vereda a fumarse un cigarrillo. Hoy, directamente, se mudó a una mesa de afuera al terminar, y se tomó otro café con leche. A veces hace eso. Es que la verdad es que el día estaba lindo, soleado, con brisa respetuosa y, como el barrio es tranquilo, se puede leer en la calle. De repente me descubro coincidiendo con ella en algo particular que estaba sucediendo: dos palomas pasaron caminando por la vereda como si fueran dos peatones más, como si no tuvieran alas, caminan una atrás de la otra y doblan la esquina, me reí mentalmente de las palomas y pensé lo que diría un pesimista: "palomas caminando, pff, dios le da pan al que no tiene dientes..." La brisa respetuosa pierde los estribos y tira al piso una caja de cigarrillos que asumo está vacía porque ella la ve caer y deslizarse pero la deja ir, despreocupada, y sigue leyendo. Me doy cuenta que le gusta leer rodeada más de caos que de tranquilidad, por eso se queda en la mesa de afuera. Sin embargo, un camión de soda con la radio al palo se estaciona justo al lado de su mesa y noto que gira su cabeza para ver de dónde viene la música que la distrae de la celulosa industrializada rellena con palabras. Tengo la certeza de que al ver los sifones de soda naranja y azul eléctrico pensó "qué pintoresco es esto con sol, qué pintoresco es todo con sol." Y vuelve al libro.
Disimulándose a sí misma una mirada al celular, decide dejar de mentirse y lo agarra, escribe algo, lo piensa y duda, como que lo salva para después. Decidida a terminar el capítulo, se concentra y avanza. Lo termina y pide la cuenta. Mientras espera, se toca el pelo como para atárselo, se queda con las manos ahi arriba, da un respiro pronfundo con una mini sonrisa de satisfacción, se despereza, paga y sale caminando desprolija y despreocupada hacia una dirección que no es la de su casa y pienso: "Seguro que va a la YPF a comprar puchos. Qué bien lo pasa mi alterego, che."

No hay comentarios.: