Este año 2015 no sólo hubo marchas y muchas noticias sobre mujeres muertas o maltratadas por sus cónyuges sino que tuve la mala suerte de escuchar historias alrededor mío sobre amigas que sufren violencia en sus hogares. Otra de las cosas que uno cree que ocurren en otros lados y pasan al lado mío.
Lo que realmente me pasó es que lloré. Ayer mismo. Al escuchar a esa persona sufriendo no sólo por el golpe o la violencia verbal sino por la decepción enorme de recibir eso del hombre al que ella cree que o realmente ama. Vos sabés la tristeza de ese hombre, de esa persona? Que eligió a otra con todo su corazón para compartir su vida y para tener hijos y criarlos juntos y terminó en un hecho de agresión a veces con los chicos viendo? Que terminó con una medida cautelar por cinco meses para no acercarse a esa misma familia que creó en conjunto con esa mujer que alguna vez eligió.
Mucha tristeza me dio todo. Lloré. Lloré por mi amiga, por la angustia de imaginarla en esa situación, por los hijos y lloré por el marido. Que lo conozco, que lo quiero, que está enfermo, que me gustaría ayudarlo, que perdió la razón. Qué tristeza, qué le pasó a esa persona para llegar a eso? Como se abandona uno a sí mismo tanto como para reflejar su propia frustración en otro ser que además es el amado, es el que eligió también como compañera y madre de sus hijos. Qué pasó ahí me pregunto yo.
Porque esa persona que cruzó el límite y agredió verbal o físicamente, no siempre es ese hijo de puta que es fácil de odiar. Por encima, de todo es una persona con problemas serios, profundos, heridas a veces muy mal cicatrizadas.
Me acosté pensando qué puedo hacer. Me acosté pensando qué débil debe sentirse la persona que agrede, débil e indefenso, chiquitito, ahí en ese agujero, en ese cuarto oscuro mental en el que se pierde cuando se corta la comunicación con la cordura, la razón, la conciencia, el respeto, el amor y acciona y arruina lo que más quiere: él mismo, su familia, sus hijos. Cuánta enfermedad profunda sufre ese ser que a veces es simplemente un hijo de puta, pero a veces no.
No tengo herramientas para alcanzar a comprender qué pasa por la cabeza de esa persona que agrede, cruza límites y se arruina la vida de esa manera. Pienso en lo que debe pensar "la media": sus frustraciones, sus lecciones de infancia, qué habrá visto o qué no vio, o qué decidió ignorar. Se creen con superpoderes o qué? No lo comprendo. Pero quiero ayudarlos.
Para mí sufren profundamente. Para mí son como los adictos que piden ayuda a los gritos.
Porque esa mujer te pudo asegurar que rehace su vida. Te aseguro que recupera la alegría si queda viva. No por nada el dicho "lo que no te mata, te fortalece." Pero ese hombre cómo hace? Cómo hace con su culpa? Se perdona alguna vez? O simplemente sigue siendo lo que es porque no encuentra la salida para ser de otra manera?
Hoy estoy deshecha.
Y no paro de repetirme: hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo, hacé algo... y no sé qué hacer.