28.6.08

Catch you!

Hacia ningún lado y hacia todos. Da lo mismo si lo hacés todo sin ganas.
Detrás de la trastienda, en el camarín, el gordo Casero rodeado de un séquito de gente prestándole una atención excesiva a palabras comunes pero contundentes y, definitivamente, llenas de experiencia. El tipo estaba cambiando el espectáculo que acababa de dar. Los tres jovencitos que cantan sobre el escenario lo observan entre pasmados, no pudiéndolo creer e intentando aprender todo lo que puedan. Quedé asombrada con la simplicidad de las ideas de Casero y con la simplicidad de los elemento que usa para fabricarlas.
Casero tomando fanta en un vaso de plástico y comiendo una picada preparada sobre un plato blanco.
Antes había ido al baño y me encontré un encendedor zippo que escondí preciadamente en el bolsillo interno de mi bolso azul marino. "Me siento re garca.", le dije a mi hermano.

Si hacés todo con ganas y exigencia cualquier cosa sale bien. Si a eso le sumás espontaneidad todo el espectáculo de Casero de repente se transformó en algo inalcanzable. El público de anoche fue "osom". Tenía una estructura que seguir y, por derivar sus palabras en otras y en otras al ver que la gente se reía, perdía la rutina y Mariano, el pianista, le apuntaba tímida y respetuosamente desde el piano.
"Dónde está Marea?" - preguntó el gordo luego de unos quince minutos de estar sentado a pasos de su "camarín". Estuvo quince minutos ignorando a una persona que conocía perfectamente. Aires de gloria rodearon a Casero todo el tiempo que lo observé. La genialidad tiene su precio, pensé. "A solas es distinto" me dijo mi hermano, Marea. Luego de decididrse a reconocer que conocía a Marea nos invitó e insistió que nos sentáramos a su lado. Tuve un viaje a México en esa silla. Viajé a México con Alfredo Casero. Ni increíble ni desapercibido, sólo viajé a México con Casero.
Salimos después de una hora de charla y conversación intercalada con las personas que poco a poco se fueron yendo. La chica de Casero fumaba en un costado.
Afuera, dos chicas y un hombre esperaban a su ídolo en un banco para fotografiarse con él. Se fotografiaron tanto, tanto, tanto que me empezó a incomodar que lo trataran como a una estatua. A Casero nunca le importó. Hablaba y posaba. Recibía los flashes con agrado. Deben haber sacado unas 27 fotos sin parar. Sí, 27 fotos. No una, no diez, veintisiete.
En un momento, adentro habló de mi hermano. Me miró y me dijo: -"Sabés por qué me encanta Marea? Porque es un tipo que aprecia las ideas y piensa a favor de ellas, sean propias o no, sin envidia. Lo único que le importa es que las ideas crezcan sin pensar en ninguna otra cosa. Me entendés o que te digo?"-, - "Claramente."- respondí. Obvio que sé de lo que me habla. No porque sea mi hermano sino porque lo experimenté.
Habló de ideas con Marea. Dijo que se iba, que iba a viajar y le habló del proyecto y le dijo: "Cuento con vos?" Habló de una marca y le dijo: "Puedo hablar con esta gente y decirle que quiero que te conozcan?". Se lo quiere llevar a todo lo que haga. Lo aprecia. Qué loco. Más de quince años admirando a una persona y ahora esa persona quiere tenerte en sus proyectos, quiere trabajar con vos, quiere crear, quiere tus ideas, quiere que sean ideas no importa de quién. Al tipo, lo único que le importa es dejar fluir sus ocurrencias y hacer cosas distintas, con disciplina, con perfección, con conducta.
"Querés sacarte una foto con el gordo?", "No." "Ya lo están haciendo ellas, no?". "Exacto." Marea siempre me entiende. Somos muy distintos pero nos gustan las mismas cosas.
Caminamos en busca del auto discutiendo para qué lado había que caminar. Marea laburó casi día y noche con Casero durante meses. Anoche, hablaba como si lo conociera un poco y lo miraba como si fuera la primera vez que lo tenía enfrente.
Lo que ví era una parte de Alfredo Casero. Otra más.
Ayer, vi a mi hermano echado en la cama de mi vieja, con quince años viendo Cha Cha Cha. Ayer vi a mi hermano alcanzar un sueño y tengo un zippo que me lo recuerda.

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